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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Yo una vez encontré en la mía mi cartera.<br />

Reece suspiró.<br />

—No es lo mismo. Yo no <strong>de</strong>jo las cosas fuera <strong>de</strong> su sitio. Nunca. Al menos... no<br />

cuando soy consciente, no cuando estoy sana. Des<strong>de</strong> luego, no es normal para mí<br />

sacar los cuencos <strong>de</strong> la cocina y trasladarlos al estante <strong>de</strong>l ropero. No coloco las cosas<br />

fuera <strong>de</strong> su lugar porque no puedo funcionar si no sé con exactitud dón<strong>de</strong> está todo.<br />

Y la cuestión es que no funciono.<br />

—Más gilipolleces —contestó Brody mientras hurgaba distraído en la bolsa <strong>de</strong><br />

la compra—. ¿Qué son todas estas hojas y hierbas?<br />

—Verduras —dijo ella frotándose la sien en un intento <strong>de</strong> borrar el dolor <strong>de</strong><br />

cabeza—. Tengo que irme. Eso es lo que me estaba diciendo a mí misma cuando llené<br />

el petate. Eso es lo que <strong>de</strong>bí <strong>de</strong> pensar en el sen<strong>de</strong>ro, cuando fingía que todo volvía a<br />

la normalidad.<br />

—Viste cómo asesinaban a una mujer mientras estabas en el sen<strong>de</strong>ro. Eso no es<br />

tan normal. En aquel momento tuve dudas, pero ahora...<br />

—¿Las tuviste?<br />

—No dudé <strong>de</strong> que los hubieses visto, sino <strong>de</strong> que estuviese muerta. Era posible<br />

que se hubiese levantado y se hubiese marchado por su propio pie. Remotamente<br />

posible. Pero está tan muerta como Elvis.<br />

—¿Me estás escuchando? ¿Has visto lo que he hecho ahí? —preguntó,<br />

señalando el baño.<br />

—¿Y si no lo has hecho tú?<br />

—¿Quién <strong>de</strong>monios iba a hacerlo? —estalló ella—. No estoy bien, Brody, por el<br />

amor <strong>de</strong> Dios. Imagino crímenes y escribo en las pare<strong>de</strong>s.<br />

—¿Y, si no es así? —volvió ha <strong>de</strong>cir Brody en el mismo tono implacable—.<br />

Escucha, me gano la vida bastante bien con los «y si». ¿Y si viste exactamente lo que<br />

dijiste?<br />

—¿Y que si es así? Eso no cambia lo <strong>de</strong>más.<br />

—Lo cambia todo. ¿Has visto alguna vez Luz que agoniza?<br />

Ella se quedó mirándole.<br />

—Estás tan loco como yo. Pue<strong>de</strong> que sea eso lo que me atrae <strong>de</strong> ti. ¿Qué puñetas<br />

tiene que ver Luz que agoniza con que yo vuelva a sufrir amnesia y llene el baño <strong>de</strong><br />

garabatos?<br />

—¿Y si no fuiste tú quien llenó el baño <strong>de</strong> garabatos?<br />

Le dolía la cabeza; tenía el estómago irritado. Estaba <strong>de</strong>masiado cansada para<br />

caminar hasta una silla, así que se sentó en el suelo y apoyó la espalda contra el<br />

frigorífico.<br />

—Si crees que alguien está haciendo <strong>de</strong> Charles Boyer conmigo, sí que estás tan<br />

loco como yo.<br />

—¿Qué te asusta más, Reece? —preguntó él, agachándose para situarse a su<br />

altura—. ¿Creer que tienes otra crisis o que alguien quiere que lo creas?<br />

El interior <strong>de</strong> la muchacha era un puro temblor.<br />

—No lo sé.<br />

— 192 —

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