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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

trabajo en el restaurante. Nunca habría <strong>de</strong>jado a mi hijo al cuidado <strong>de</strong> Deena.<br />

De pronto Marlie frunció el ceño.<br />

—¿Son policías o algo así? ¿Tiene problemas?<br />

—No somos policías —respondió Reece echándole un vistazo a Brody—, pero<br />

creo que pue<strong>de</strong> haber tenido problemas. ¿Sabe si el casero está aquí?<br />

—Suele estar en su casa.<br />

Estaba. Jacob Mecklanburg era un hombre <strong>de</strong> unos setenta años, alto, <strong>de</strong>lgado y<br />

con un atildado bigote blanco. Su apartamento, idéntico al <strong>de</strong> Marlie, estaba atestado<br />

<strong>de</strong> libros.<br />

—Deena Black. Daba mucho trabajo —comentó sacudiendo la cabeza—.<br />

Siempre se estaba quejando. Pagaba el alquiler a tiempo, o casi. No era una mujer<br />

feliz, sino <strong>de</strong> esas que echan la culpa a todo el mundo <strong>de</strong> que su vida no sea como<br />

ellas se la imaginaban.<br />

Reece sacó <strong>de</strong> su bolso una copia <strong>de</strong>l dibujo.<br />

—¿Es Deena?<br />

Mecklanburg se cambió las gafas por las que llevaba en el bolsillo y observó el<br />

dibujo.<br />

—Se parece mucho. Diría que es ella, o una pariente cercana. ¿Por qué la<br />

buscan?<br />

—Ha <strong>de</strong>saparecido —aclaró Brody antes <strong>de</strong> que Reece pudiese hablar—. ¿Aún<br />

tiene la nota que le <strong>de</strong>jó?<br />

Mecklanburg reflexionó un momento observando la cara <strong>de</strong> Brody y luego la <strong>de</strong><br />

Reece.<br />

—Me gusta guardarlo todo en una carpeta. No quisiera que volviese diciendo<br />

que he alquilado el piso sin avisarle. No veo nada malo en que la vean.<br />

Fue hasta el final <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las estanterías, tiró <strong>de</strong> un taburete con ruedas y se<br />

sentó a examinar un fichero lateral.<br />

—Bonita colección —dijo Brody con tranquilidad—. Me refiero a los libros.<br />

—Puedo imaginarme viviendo sin comida, pero no sin libros. Di clases <strong>de</strong><br />

Lengua en un instituto durante treinta y cinco años. Cuando me jubilé, me busqué un<br />

empleo que me <strong>de</strong>jase mucho tiempo para leer, pero no tanto para convertirme en un<br />

ermitaño. Esto me ofrece ese equilibrio. Tengo buena mano para las pequeñas<br />

reparaciones y, cuando has tratado con adolescentes durante varias décadas, manejar<br />

a los inquilinos no supone ningún esfuerzo. Deena fue una <strong>de</strong> las más difíciles. No le<br />

gustaba estar aquí.<br />

—¿Aquí?<br />

—En un apartamento pequeño y barato, lejos <strong>de</strong> la acción. Y aunque pagaba el<br />

alquiler, no quería hacerlo. En varias ocasiones me ofreció un menú bastante amplio<br />

<strong>de</strong> favores sexuales en lugar <strong>de</strong>l alquiler —dijo sonriendo mientras sacaba una<br />

carpeta—. Digamos que no era mi tipo.<br />

Cogió la primera hoja que había en la carpeta y se la entregó a Brody.<br />

— 314 —

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