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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

mi ventana, o cuando voy o vengo <strong>de</strong> trabajar. Pero no es lo mismo que estar aquí,<br />

sin edificios, sin gente.<br />

—Yo soy gente.<br />

—Ya sabes a qué me refiero. Aquí, frente a ellas, te sientes profundamente<br />

humano. —Le miró, y se sintió complacida al ver que se le acercaba—. Pensé que<br />

pasaría por aquí, trabajaría unos días y me iría. Pero todas las mañanas miro por mi<br />

ventana hacia el lago, las veo reflejadas en él, y no se me ocurre ninguna razón para<br />

marcharme.<br />

—Al final hay que aterrizar en algún sitio.<br />

—Ese no era el plan. Bueno, en realidad no tenía ningún plan, por así <strong>de</strong>cirlo.<br />

Pero pensaba que acabaría volviendo al Este tar<strong>de</strong> o temprano. Seguramente no a<br />

Boston, tal vez a Vermont. Estudié allí, así que conozco la ciudad. Estaba segura <strong>de</strong><br />

que echaría <strong>de</strong> menos el ver<strong>de</strong>. Ese ver<strong>de</strong> <strong>de</strong> la costa Este.<br />

—Los prados se vuelven ver<strong>de</strong>s, y los campos florecen, los pantanos... Es como<br />

un cuadro.<br />

—Des<strong>de</strong> luego, pero esto también. Mejor que ese vaso <strong>de</strong> vino.<br />

Echó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y respiró hondo.<br />

—A veces tienes ese aspecto cuando cocinas.<br />

Volvió a abrir sus ojos castaños.<br />

—¿Sí? ¿Qué aspecto?<br />

—Relajado y tranquilo. Feliz.<br />

—Supongo que es cuando tengo confianza en mí misma, y tener confianza en<br />

mí misma me vuelve relajada y feliz. Lo he echado <strong>de</strong> menos. No pu<strong>de</strong> volver a<br />

entrar en una cocina <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo que pasó. Aquello me lo robó, o yo <strong>de</strong>jé que me lo<br />

robase. Sea como fuere, lo estoy recuperando. Escucha los pájaros. Me pregunto qué<br />

son.<br />

El no se había fijado en el canto <strong>de</strong> los pájaros hasta que ella lo mencionó. Reece<br />

se volvió a mirar a su alre<strong>de</strong>dor, abriendo mucho los ojos. Le cogió <strong>de</strong>l brazo y<br />

señaló.<br />

—Mira. ¡Guau!<br />

Brody vio el pequeño rebaño <strong>de</strong> bisontes que se movían mascando por los<br />

campos <strong>de</strong> salvia.<br />

—¿También es la primera vez que los ves?<br />

—Como el oso, ya los había visto. Pero nunca había estado al aire libre con<br />

ellos. Es más emocionante. ¡Oh, mira! Bebés.<br />

Había suavizado su acento al pronunciar la palabra, estirándola como si se<br />

fundiese.<br />

—¿Por qué las mujeres siempre <strong>de</strong>cís «bebés» en ese tono?<br />

Ella se limitó a darle un golpe en el brazo con el revés <strong>de</strong> la mano.<br />

—¡Son tan tiernos, y luego se hacen tan gran<strong>de</strong>s...!<br />

—Y entonces los preparas a la plancha.<br />

—Por favor, estoy viviendo un momento precioso en la naturaleza. Al verlos<br />

<strong>de</strong>searía ir montada a caballo en lugar <strong>de</strong> en una furgoneta. ¿Sabes? Un caballo es<br />

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