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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

que era mejor así. Aquella era la forma que tenía el cuerpo <strong>de</strong> <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse contra la<br />

idiotez excesivamente indulgente <strong>de</strong> su propietaria.<br />

Así que le sostuvo la cabeza y le puso un paño mojado en la mano cuando todo<br />

acabó.<br />

—¿Estás ya dispuesta a dormir la mona?<br />

Reece se quedó don<strong>de</strong> estaba, con el paño contra la cara.<br />

—¿No podrías <strong>de</strong>jarme en paz?<br />

—Nada me gustaría más. Dame un minuto. —La levantó y Reece emitió un<br />

débil gemido—. Si vas a volver a echar las papas, avísame.<br />

Reece sacudió la cabeza y cerró los ojos. Sus negras pestañas húmedas se<br />

apoyaron sobre su piel, blanca como una sábana. Él la llevó arriba y la tendió en la<br />

cama. Le echó una manta por encima y, como precaución, trasladó la papelera <strong>de</strong>l<br />

dormitorio junto a la cama.<br />

—Duérmete —se limitó a <strong>de</strong>cir antes <strong>de</strong> salir.<br />

Sola, Reece se acurrucó <strong>de</strong> lado y, tiritando, se subió la manta hasta la barbilla.<br />

Se prometió marcharse en cuanto recuperase el calor y el equilibrio.<br />

Sin embargo, se durmió enseguida.<br />

Soñó que iba en una noria. Color y movimiento, y ese círculo rápido y<br />

emocionante. Al principio, sus gritos eran <strong>de</strong> alegría.<br />

¡Yupi!<br />

Pero se puso a girar más y más <strong>de</strong>prisa, mientras la música sonaba más y más<br />

fuerte. La alegría se convirtió en malestar.<br />

Reduzcan la marcha. Por favor, ¿pue<strong>de</strong>n reducir la marcha?<br />

Aún más <strong>de</strong>prisa, más <strong>de</strong>prisa hasta que los gritos que oía se tiñeron <strong>de</strong> terror.<br />

Cuando la noria se puso a oscilar locamente <strong>de</strong> un lado a otro, el pánico le atenazó la<br />

garganta.<br />

Esto no es seguro. Quiero bajar. ¡Paren la noria! ¡Paren y déjenme bajar!<br />

Pero la velocidad lo volvió todo borroso y la música retumbó a su alre<strong>de</strong>dor.<br />

Luego la noria emprendió el vuelo, la alejó <strong>de</strong> las luces y la llevó a la oscuridad.<br />

Abrió los ojos <strong>de</strong> golpe. Clavó los <strong>de</strong>dos en las sábanas y sus propios gritos sin<br />

aliento resonaron en su cabeza.<br />

Se aseguro <strong>de</strong> que no volaba por el aire. No giraba hacia una muerte segura.<br />

Solo era un sueño, una pesadilla. Mientras regulaba su respiración, inmóvil, trató <strong>de</strong><br />

situarse.<br />

Había una lámpara junto a la cama, y en el pasillo brillaba una luz. Por un<br />

momento no recordó nada. Cuando el recuerdo volvió, solo <strong>de</strong>seó cubrirse la cabeza<br />

con las mantas y volver al olvido.<br />

Hasta la noria sería más fácil <strong>de</strong> afrontar.<br />

¿Cómo podía presentarse ante él? ¿Cómo podía presentarse ante nadie? Quiso<br />

buscar sus llaves y luego salir furtivamente <strong>de</strong>l pueblo, como una ladrona.<br />

Se incorporó sobre un codo, esperó a ver si su estómago aguantaba y luego se<br />

sentó. Había una taza plateada sobre la mesita <strong>de</strong> noche. Desconcertada, olió el<br />

contenido.<br />

— 217 —

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