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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

boca <strong>de</strong> él. En una especie <strong>de</strong> frenesí, trató <strong>de</strong> quitarse los zapatos mientras sacudía<br />

las ca<strong>de</strong>ras para po<strong>de</strong>r quitarse los vaqueros.<br />

La boca <strong>de</strong> él se apartó <strong>de</strong> la suya para <strong>de</strong>leitarse en su cuello mientras los<br />

<strong>de</strong>dos <strong>de</strong> ella se clavaban en los músculos <strong>de</strong> la espalda <strong>de</strong> Brody, en sus hombros.<br />

Todo en ella se alzaba hacia ese calor, su amenaza y su promesa.<br />

Cuando la boca <strong>de</strong> él se cerró golosa sobre uno <strong>de</strong> sus senos, los latidos <strong>de</strong><br />

Reece se convirtieron en truenos. Su pulso estalló en un galope.<br />

El peso <strong>de</strong> Brody la inmovilizaba, su boca la reclamaba. A través <strong>de</strong> la niebla<br />

plateada <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo, asomó el pánico. Ella lo combatió or<strong>de</strong>nándole a su mente que se<br />

apagase, que permitiese el dominio <strong>de</strong>l cuerpo. Pero al final ambos la traicionaron y<br />

sus pulmones se cerraron.<br />

—No puedo respirar. No puedo. Espera, para.<br />

Brody tardó un momento en compren<strong>de</strong>r que aquello no era pasión sino pánico.<br />

Rodó hacia un lado y luego la agarró <strong>de</strong> los hombros para incorporarla.<br />

—Estás respirando —le dijo mientras la sacudía con suavidad—. Deja <strong>de</strong> ja<strong>de</strong>ar.<br />

Vas a marearte.<br />

—Vale, vale.<br />

Reece conocía la rutina. Tenía que concentrarse en cada respiración, en el acto<br />

físico <strong>de</strong> inhalar <strong>de</strong>spacio y con regularidad.<br />

Mortificada, cruzó los brazos sobre los pechos. La luz <strong>de</strong> la luna la iluminaba.<br />

—Lo siento. Lo siento. Maldita sea, estoy harta <strong>de</strong> ser una tía rara.<br />

—Pues para.<br />

—¿Crees que es así <strong>de</strong> fácil? Oh, ahora seré normal. ¿Crees que me gusta estar<br />

aquí sentada, <strong>de</strong>snuda y humillada?<br />

—No lo sé. ¿Te gusta?<br />

—Eres un cabrón.<br />

—Ya estás engatusándome otra vez con buenas palabras. —Brody observó que<br />

había cali<strong>de</strong>z en sus ojos, pero el brillo que apareció en ellos presagiaba tormenta—.<br />

Si te echas a llorar, voy a cabrearme.<br />

—No voy a llorar, idiota —dijo ella enjugándose una lágrima.<br />

—Ya lo has hecho. Has vuelto a excitarme—replicó Brody apartándole el pelo<br />

<strong>de</strong> los hombros—. ¿Te he hecho daño?<br />

—-¿Cómo?<br />

—¿Te hacía daño?<br />

—No. Mierda, no —dijo, manteniendo un brazo sobre sus pechos y cubriéndose<br />

la cara con la otra mano—. No. Es que... no podía respirar. Me sentía, no sé, atrapada<br />

<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> ti, supongo. Solo un arrebato <strong>de</strong> claustrofobia, ansiedad y otras neuras.<br />

—Oh, si eso es todo, puedo arreglarlo —dijo volviendo a cogerla por los<br />

hombros y atrayéndola hacia sí mientras se acostaba—. Ponte encima.<br />

—Brody...<br />

—Mírame.<br />

Le apoyó una mano <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la cabeza y atrajo sus labios hacia sí.<br />

—Tómatelo con calma —murmuró contra su boca—. O tómatelo como mejor te<br />

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