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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Hoy te he causado muchos problemas —empezó.<br />

—Des<strong>de</strong> luego que sí. Sube.<br />

Reece se <strong>de</strong>tuvo, y la gratitud luchó contra el insulto, el agravio y el<br />

agotamiento. La gratitud perdió.<br />

—Eres un hijo <strong>de</strong> puta grosero, insensible e insultante.<br />

Brody se apoyó en el coche.<br />

—¿A qué viene eso?<br />

—Hoy han asesinado a una mujer. La han estrangulado. ¿Lo entien<strong>de</strong>s? Estaba<br />

viva y ahora está muerta, y nadie ha podido ayudarla. Yo no he podido ayudarla. He<br />

tenido que quedarme allí mirando. Sin hacer nada, como la otra vez. He visto cómo<br />

él la mataba, y tú has sido el único a quien he podido <strong>de</strong>círselo. En lugar <strong>de</strong><br />

mostrarte implicado, preocupado y compasivo, has sido seco, insolente y distante.<br />

Pues vete al infierno. Prefiero volver a subir diez kilómetros por ese sen<strong>de</strong>ro que<br />

recorrer tres kilómetros contigo en tu estúpida furgoneta. Dame mi maldita mochila.<br />

Él se quedó don<strong>de</strong> estaba, pero ya no parecía aburrido.<br />

—Ya era hora. Empezaba a pensar que no sabías lo que era el mal genio. ¿Te<br />

sientes mejor?<br />

Detestaba reconocer que así era. Le ponía furiosa que la indiferencia <strong>de</strong> él la<br />

hubiese alterado hasta vomitar gran parte <strong>de</strong> su ansiedad y terror.<br />

—Vete al infierno —repitió.<br />

—Espero que me guste. Pero mientras tanto, sube. Has tenido un día horrible.<br />

—Abrió la puerta—. Y, para tu información —continuó—, los tíos no pue<strong>de</strong>n ser<br />

insolentes. Somos fisiológicamente incapaces <strong>de</strong> mostrar insolencia. La próxima vez<br />

utiliza la palabra «arrogante». Eso queda bien.<br />

—Eres un hombre exasperante, <strong>de</strong>sconcertante.<br />

Pero subió al coche.<br />

—Eso también queda bien.<br />

Brody dio un portazo y luego ro<strong>de</strong>ó el coche a gran<strong>de</strong>s zancadas hasta el<br />

asiento <strong>de</strong>l conductor. Después <strong>de</strong> lanzar la mochila al asiento trasero, se puso al<br />

volante.<br />

—¿Tenías amigos en Chicago —le preguntó Reece—, o solo gente que te<br />

encontraba exasperante, <strong>de</strong>sconcertante y arrogante?<br />

—Supongo que las dos cosas.<br />

—¿No se supone que los reporteros tienen que ser más o menos agradables<br />

para conseguir que la gente les cuente cosas?<br />

—No lo sé, pero a<strong>de</strong>más ya no soy reportero.<br />

—Y los escritores <strong>de</strong> ficción tienen <strong>de</strong>recho a ser ariscos, solitarios y excéntricos.<br />

—Tal vez. De todos modos, a mí me gusta.<br />

—Des<strong>de</strong> luego que sí —respondió ella, y él se echó a reír.<br />

El sonido <strong>de</strong> su risa la sorprendió lo suficiente para levantar la vista. Brody aún<br />

sonreía mientras ro<strong>de</strong>aban el lago.<br />

—¡Vaya, Flaca, ahora que ya sé que tienes temple, me alegra saber que también<br />

tienes dientes!<br />

— 72 —

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