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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

entonces creo que necesito volver; y reencontrar lo que tenía allí. Mi vida atareada,<br />

mis amigos atareados. Mi apartamento con las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> color rojo y la mesa <strong>de</strong><br />

comedor negra y brillante.<br />

—¿Pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> color rojo?<br />

—Antes me gustaba lo atrevido, pero ahora estoy en un sitio como este y pienso<br />

que, aunque pudiese borrar lo que ocurrió, no sé si podría encontrar algo allí que aún<br />

quisiera o necesitara. Ya no me gustan las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> color rojo.<br />

—¿Qué más da? Tu casa es el lugar en el que estás, y si resulta que no te<br />

conviene, la haces en otro sitio y la pintas con los colores que te apetece en ese<br />

momento.<br />

—Eso es lo que pensé al marcharme. Vendí todas mis cosas. Mi mesa <strong>de</strong><br />

comedor negra y brillante, y todo lo <strong>de</strong>más. Pensé que había que hacerlo. No<br />

trabajaba y tenía que pagar facturas. Montones y montones <strong>de</strong> facturas. Pero eso solo<br />

era una parte. Ya no quería todo aquello.<br />

—Era tuyo y podías ven<strong>de</strong>rlo —comentó él, pensando no obstante que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong><br />

haber sido muy duro para alguien como ella <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> todo lo que tenía.<br />

Doloroso y triste.<br />

—Sí, era mío y podía ven<strong>de</strong>rlo. Y pagué las facturas. Y ahora estoy aquí. —<br />

Reece se acercó al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l lago—. La mujer <strong>de</strong> tu libro... la que al final no mataste...<br />

¿Cómo se llama?<br />

—Ma<strong>de</strong>line Bright. Maddy.<br />

—Maddy Bright. —Reece probó el nombre—. Me gusta... Simpático pero fuerte.<br />

Espero que salga a<strong>de</strong>lante. Ella también.<br />

Permanecieron un momento, el uno junto al otro, mirando el lago, a través <strong>de</strong> la<br />

noche, hacia la profunda silueta <strong>de</strong> las montañas.<br />

—Cuando nos encontramos en el sen<strong>de</strong>ro aquel día, y tú explicaste cómo<br />

moriría ella, o como creías que moriría, y yo continué caminando, ¿te quedaste allí<br />

arriba para asegurarte <strong>de</strong> que regresaba sana y salva?<br />

El fijó la vista en los Tetons.<br />

—Hacía buen día. No tenía nada más que hacer.<br />

—Fuiste hacia don<strong>de</strong> yo estaba antes incluso <strong>de</strong> que me oyeses bajar corriendo.<br />

—No tenía nada más que hacer —repitió él.<br />

Reece se situó frente a él.<br />

—Te portaste como un buen tío. —Se arriesgó, dio un gran paso, al menos para<br />

ella. Como saltar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un precipicio hacia un río. Levantó las manos y las posó en el<br />

rostro <strong>de</strong> él. Se puso <strong>de</strong> puntillas y rozó los labios <strong>de</strong> Brody con los suyos—. Me temo<br />

que la voy a fastidiar. Deberías saberlo antes <strong>de</strong> que volvamos. Pero <strong>de</strong> todos modos<br />

me gustaría volver. Me gustaría volver e irme a la cama contigo.<br />

—Es una i<strong>de</strong>a excelente.<br />

—Se me ocurren <strong>de</strong> vez en cuando. Tal vez <strong>de</strong>berías darme la mano por si<br />

pierdo los nervios y trato <strong>de</strong> echar a correr.<br />

—Claro.<br />

No perdió los nervios ni trató <strong>de</strong> echar a correr, pero con cada paso <strong>de</strong> regreso<br />

— 171 —

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