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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

resulte interesante.<br />

—Yo no he hecho nada.<br />

—Mantente fiel a tu versión.<br />

Reece permaneció en silencio hasta que él ro<strong>de</strong>ó el capó y se sentó al volante.<br />

—¿Crees que tiene gracia?<br />

—Posee varios <strong>de</strong> los clásicos elementos necesarios para la farsa. Sí, creo que<br />

tiene gracia. La única mujer, aparte <strong>de</strong> ti, a la que he tenido que ir a recoger a una<br />

comisaría fue una bailarina <strong>de</strong> striptease a la que conocí en Chicago que aporreó a un<br />

tipo con una botella <strong>de</strong> cerveza cuando él se entusiasmó <strong>de</strong>masiado mientras ella<br />

bailaba en sus rodillas en una fiesta <strong>de</strong> soltero. Fue mucho más agra<strong>de</strong>cida que tú.<br />

—Linda-Gail es quién te ha llamado, no yo. —Reece cruzó los brazos; anhelaba<br />

hielo y una aspirina—. Y <strong>de</strong> todos modos, es culpa suya. Nada <strong>de</strong> esto habría pasado<br />

si no se le hubiese metido en la cabeza la absurda i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> poner celoso a Cas.<br />

—¿Por qué iba a hacer eso?<br />

—Porque está enamorada <strong>de</strong> él.<br />

—Está enamorada <strong>de</strong> Cas, y por eso ha provocado una pelea en un bar. Tiene<br />

mucho sentido.<br />

En el estrafalario mundo en el que vivían las mujeres.<br />

—Bueno, Flaca, ¿en tu casa o en la mía? —añadió.<br />

—En la mía. Pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>jarme allí y consi<strong>de</strong>ra cumplidos tus <strong>de</strong>beres <strong>de</strong> buen<br />

samaritano.<br />

Arrancó el coche y se puso a tamborilear con los <strong>de</strong>dos contra el volante.<br />

—¿Quieres saber por qué me he levantado <strong>de</strong> la cama y he venido a buscarte<br />

cuando ha llamado Linda-Gail?<br />

Reece cerró los ojos.<br />

—Porque te gusta salvar a las bailarinas <strong>de</strong> striptease y a las lunáticas.<br />

—Pue<strong>de</strong> que sea eso, o pue<strong>de</strong> que me preocupe por ti.<br />

—Pue<strong>de</strong> que sí. Ya me lo dirás cuando lo averigües.<br />

—Maldita sea, sabes que me preocupo por ti. ¿Por qué otro motivo iba a estar<br />

<strong>de</strong>spierto en la cama maldiciéndote cuando ha llamado tu cómplice?<br />

—No tengo ni i<strong>de</strong>a.<br />

—Pienso en ti. Eso me fastidia —dijo; en su voz se percibía el resentimiento—.<br />

Tú me fastidias.<br />

—Como esta es la segunda vez que apareces <strong>de</strong> pronto <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí esta<br />

noche, yo diría que eres tú el que me fastidia a mí —contestó ella, mientras Brody<br />

aparcaba <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> su coche—. Querías que me fuese <strong>de</strong> tu casa y me he marchado.<br />

Querías que me calmase, que echase el freno, y lo he hecho. Si cambias <strong>de</strong> capricho,<br />

Brody, no es mi problema.<br />

—¡Qué tozuda! —se <strong>de</strong>squitó él—. Esta mañana me he sentido presionado.<br />

Todo ha empezado con la sopa italiana <strong>de</strong> boda, por el amor <strong>de</strong> Dios.<br />

—¿Qué tiene <strong>de</strong> malo la sopa italiana <strong>de</strong> boda? Era una <strong>de</strong> mis especialida<strong>de</strong>s<br />

cuando... ¡Oh, qué idiota eres! ¿Boda? ¿Te dan escalofríos al oír la palabra?<br />

Brody se sintió casi violento.<br />

— 254 —

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