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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

oscura <strong>de</strong> la luna.<br />

Debbie dio un paso atrás.<br />

—Estás loca <strong>de</strong> verdad. Quiero que te marches.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> está? ¿Dón<strong>de</strong> está el sheriff?<br />

—Suéltame el brazo.<br />

—¿Dón<strong>de</strong>?<br />

—En Moose. Esta noche tiene una reunión. Pero <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> dos segundos<br />

llamaré a la oficina y le diré a Denny que venga y te saque a rastras.<br />

—Llama a quien quieras. ¿Dón<strong>de</strong> estaba la noche que entraron en la cabaña <strong>de</strong><br />

Brody?<br />

—¿Qué quieres <strong>de</strong>cir? —dijo Debbie con una sonrisa burlona—. ¿Te refieres a la<br />

noche en que te imaginaste, otra vez, que viste a alguien?<br />

—¿Dón<strong>de</strong> estaba, Debbie?<br />

—En casa.<br />

—No lo creo.<br />

—Me estás haciendo per<strong>de</strong>r la paciencia. Te digo que estaba en casa, fuera, en<br />

su taller. Y tendría más tiempo para relajarse allí si no fuese por la gente estúpida<br />

como tú que le llama con falsas alarmas. Yo misma tuve que ir allí a buscarle cuando<br />

llamó Hank.<br />

—¿Ah, sí? ¿No hay teléfono en el taller?<br />

—Tenía la música puesta, y la sierra... —Debbie se irguió—. Ya estoy harta <strong>de</strong><br />

tanto disparate. Tengo clientes y quiero acabar mi trabajo y marcharme a casa para<br />

ver una película comiendo palomitas con mis hijas. Algunas personas tenemos una<br />

vida normal.<br />

«Y algunas personas solo creen tenerla», pensó Reece. En su interior brotó la<br />

compasión. A Debbie, esa creencia se le iba a hacer añicos muy pronto.<br />

—Lo siento. Lo siento mucho.<br />

—Lo vas a sentir <strong>de</strong> verdad —respondió Debbie mientras Reece se volvía hacia<br />

la puerta.<br />

Reece se sacó el teléfono móvil <strong>de</strong>l bolsillo mientras volvía hacia el restaurante a<br />

toda prisa. El contestador automático <strong>de</strong> Brody saltó a la cuarta llamada.<br />

—¡Maldita sea! Llámame en cuanto puedas. Voy a probar con tu móvil.<br />

Pero en el móvil saltó el buzón <strong>de</strong> voz.<br />

Reece sabía que en cuanto él se alejaba <strong>de</strong> su cabaña diez pasos en cualquier<br />

dirección perdía la cobertura, así que volvió a guardarse el teléfono en el bolsillo,<br />

frustrada.<br />

Se dijo que no pasaba nada. Rick estaba en Moose, y aunque Debbie le llamase<br />

al llegar a casa para quejarse <strong>de</strong> la loca <strong>de</strong> Reece Gilmore, no podía estar <strong>de</strong> vuelta<br />

hasta al cabo <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> horas. Tal vez más.<br />

El tiempo suficiente para or<strong>de</strong>narlo todo en su cabeza. Así, cuando se lo contase<br />

a Brody, sería <strong>de</strong> forma organizada.<br />

Eso era lo mejor. Bastante difícil sería <strong>de</strong>cirle que su amigo era un asesino.<br />

Al pasar junto a la cabaña <strong>de</strong> Joanie, Brody distinguió la furgoneta <strong>de</strong> Cas. ¿La<br />

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