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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

ella.<br />

—Linda-Gail...<br />

Pero ella apartó la mirada, retrocedió y exhibió su sonrisa <strong>de</strong> camarera.<br />

—Hola, sheriff.<br />

—Buenos días, Linda-Gail y compañía.<br />

El sheriff Richard Mardson se acomodó en un taburete. Era un hombre<br />

corpulento, <strong>de</strong> brazos largos, que caminaba con paso pausado y mantenía el or<strong>de</strong>n<br />

con la razón y el compromiso cuando podía, y con la fuerza y una mirada dura<br />

cuando no podía. Le gustaba el café dulce y ligero, y ya alargaba el brazo para coger<br />

el azúcar cuando Linda-Gail le sirvió una taza.<br />

—¿Estáis riñendo otra vez?<br />

—Solo hablamos —dijo Cas—. De la nueva cocinera <strong>de</strong> mi madre.<br />

—Des<strong>de</strong> luego, sabe manejar esa parrilla. Linda-Gail, ¿le dices que me prepare<br />

una pechuga <strong>de</strong> pollo frita?<br />

Se echó el azúcar en el café. Tenía los ojos <strong>de</strong> color azul claro y el cabello rubio<br />

cortado a cepillo. Su fuerte mandíbula estaba bien afeitada; durante catorce años su<br />

esposa había insistido, hasta casi volverle loco, para que se librase <strong>de</strong> la barba que se<br />

había <strong>de</strong>jado crecer durante el invierno.<br />

—¿Vas <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> esa chica flaca, Cas?<br />

—He hecho algunos movimientos <strong>de</strong> tanteo en esa dirección.<br />

Rick sacudió la cabeza.<br />

—Tendrías que sentar la cabeza con el amor <strong>de</strong> una buena mujer.<br />

—Lo haré en cuanto pueda. La nueva cocinera tiene un aire <strong>de</strong> misterio —<br />

comentó Cas antes <strong>de</strong> hacer girar su taburete con la intención <strong>de</strong> charlar—. Hay<br />

quien piensa que huye <strong>de</strong> algo.<br />

—Si es así, no es <strong>de</strong> la policía. Yo sé hacer mi trabajo —dijo Rick cuando Cas<br />

enarcó las cejas—. No tiene antece<strong>de</strong>ntes ni ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> <strong>de</strong>tención pendientes. Y<br />

prepara una carne genial.<br />

—Supongo que sabe que ahora vive arriba. Linda-Gail acaba <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirme que<br />

Brenda le contó que Reece <strong>de</strong>jaba el tocador contra la puerta <strong>de</strong> la habitación<br />

contigua mientras se alojó allí. A mí me parece que está asustada.<br />

—Tal vez tenga motivos —dijo el sheriff dirigiendo su penetrante mirada hacia<br />

la cocina—. Seguramente ha <strong>de</strong>jado a un marido, o a un novio, que la zurraba <strong>de</strong> lo<br />

lindo.<br />

—Nunca he entendido esas cosas. Un hombre que le pega a una mujer no es<br />

hombre.<br />

Rick se tomó su café.<br />

—Hay toda clase <strong>de</strong> hombres en el mundo.<br />

Cuando acabó su turno, Reece se instaló arriba con su diario. Había <strong>de</strong>jado la<br />

calefacción a unos mo<strong>de</strong>rados dieciocho grados y llevaba un jersey y dos pares <strong>de</strong><br />

calcetines. Calculaba que el ahorro por ese concepto compensaría las luces que<br />

mantenía encendidas día y noche.<br />

Estaba cansada, pero era una sensación agradable. El apartamento tenía un<br />

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