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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

<strong>de</strong> haberle servido <strong>de</strong> pijama.<br />

Dos horas <strong>de</strong>spués, Reece colocó una gran caja <strong>de</strong> comestibles sobre el porche<br />

<strong>de</strong> la cabaña <strong>de</strong> Brody, llamó enérgicamente y luego volvió hasta su coche para coger<br />

una segunda caja.<br />

Volvió a llamar, esta vez más fuerte. Ante la falta <strong>de</strong> respuesta frunció el ceño y<br />

trató <strong>de</strong> abrir la puerta con cautela.<br />

Sabía que su miedo instintivo a que se hubiese ahogado en la bañera, se hubiera<br />

caído por la escalera o lo hubiesen asesinado era ridículo. Poro eso no lo hacía menos<br />

real.<br />

Y la casa estaba tan silenciosa, parecía tan vacía... No conocía <strong>de</strong>masiado aquel<br />

lugar. No se <strong>de</strong>cidió a cruzar el umbral hasta que la imagen <strong>de</strong> Brody sangrando en<br />

el suelo se alojó con <strong>de</strong>sagradable niti<strong>de</strong>z en su mente.<br />

Se obligó a entrar y le llamó.<br />

Cuando oyó el crujido <strong>de</strong>l suelo sobre su cabeza, sacó el cuchillo <strong>de</strong> cocina <strong>de</strong><br />

una caja y lo agarró por el mango con ambas manos.<br />

Brody se acercó con el ceño fruncido —vivo y <strong>de</strong> una pieza— a la parte superior<br />

<strong>de</strong> la escalera.<br />

—¿Qué? ¿Qué hora es?<br />

El alivio casi la llevó a arrodillarse, pero consiguió apoyarse contra el marco <strong>de</strong><br />

la puerta y mantenerse en pie.<br />

—Las seis más o menos. He llamado a la puerta, pero...<br />

—¿Las seis? Mierda. Me he <strong>de</strong>spistado.<br />

—No pasa nada, no hay problema.<br />

El dolor <strong>de</strong> su pecho se estaba transformando en otra clase <strong>de</strong> presión. Brody<br />

parecía tan molesto, tan <strong>de</strong>saliñado, tan corpulento y masculino... Si hubiese confiado<br />

en sus piernas en ese momento, tal vez las habría utilizado para subir por la escalera<br />

<strong>de</strong> tres en tres y saltar sobre él.<br />

—¿Quieres <strong>de</strong>jarlo para otro día?<br />

—No —respondió él con el ceño aún más fruncido—. Solo tengo que... hacer<br />

limpieza. ¿Necesitas ayuda?<br />

«Malditas sábanas», pensó.<br />

—No, no. Ya me las arreglaré. Me pondré con la cena ahora mismo, si te parece<br />

bien. Tardará unas dos horas, tal vez un poco menos, así que tómate tu tiempo.<br />

—Estupendo... —contestó; metió los pulgares en los bolsillos <strong>de</strong>lanteros <strong>de</strong> sus<br />

vaqueros y preguntó—. ¿Qué ibas a hacer con ese cuchillo?<br />

Reece había olvidado que lo tenía en las manos y lo miró con una mezcla <strong>de</strong><br />

sorpresa e incomodidad.<br />

—La verdad, no lo sé.<br />

—Tal vez podrías <strong>de</strong>jarlo lejos para que no me meta en la ducha con la imagen<br />

<strong>de</strong> Norman Bales en la cabeza.<br />

—Sí, claro.<br />

Reece se dio la vuelta para <strong>de</strong>volverlo a la caja; cuando se volvió <strong>de</strong> nuevo, él<br />

había <strong>de</strong>saparecido.<br />

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