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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

cuando seguramente Brody estaría contento con un par <strong>de</strong> hamburguesas <strong>de</strong> búfalo y<br />

unas patatas fritas.<br />

Aún más inteligente sería meter sus cosas en el petate, <strong>de</strong>jarle una nota a Joanie<br />

y marcharse <strong>de</strong> Angel's Fist. ¿Qué motivos tenia para quedarse?<br />

Habían asesinado a una mujer, y ese era un buen motivo para abandonar la<br />

zona. Muy pronto, si no había ocurrido ya, todos los habitantes <strong>de</strong>l pueblo sabrían<br />

que ella afirmaba haber presenciado el crimen, y no había ni un atisbo <strong>de</strong> prueba que<br />

apoyase esa afirmación.<br />

No quería que la gente volviese a mirarla <strong>de</strong> reojo como si fuese una bomba a<br />

punto <strong>de</strong> estallar. A<strong>de</strong>más, había hecho progresos allí, podía marcharse sin sentir<br />

vergüenza. Volvía a cocinar, se había montado un apartamento, había aguantado<br />

veinticinco minutos en la bañera.<br />

Sentía que su sexualidad empezaba a hervir a fuego lento.<br />

Otra sesión con Brody, pensó, y la sexualidad se saldría <strong>de</strong> la olla. No había<br />

nada malo en ello, nada en absoluto. Ambos eran adultos sin ataduras. El sexo era<br />

saludable; pensar en la posibilidad <strong>de</strong> acostarse con un hombre atractivo era una<br />

actividad femenina normal.<br />

Era un progreso.<br />

Podía coger todo ese progreso, todos esos avances, y utilizarlos en el siguiente<br />

pueblo.<br />

Dejó el lápiz en el momento en que el hervidor empezó a chisporrotear. Silbaba<br />

en tono agudo cuando sacó <strong>de</strong>l armario una taza y un platillo. Recordó que no tenía<br />

tetera. Tal vez compraría una en el siguiente lugar don<strong>de</strong> se <strong>de</strong>tuviese.<br />

Apagó el fuego y apartó el hervidor. Mientras el silbido disminuía, alguien<br />

llamó a la puerta.<br />

Habría chillado si le hubiese quedado aliento. En lugar <strong>de</strong> eso, retrocedió con<br />

brusquedad y se golpeó la ca<strong>de</strong>ra contra la encimera. Cuando se disponía a agarrar el<br />

mango <strong>de</strong> su mejor cuchillo, la brusca voz <strong>de</strong> Joanie atravesó la puerta.<br />

—Abre, por todos los diablos. No tengo toda la noche.<br />

Con las rodillas temblorosas, Reece cruzó la habitación a toda prisa y retiró la<br />

silla haciendo el menor ruido posible.<br />

—¡Lo siento, espera un segundo!<br />

Abrió la puerta y retiró la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> seguridad.<br />

—Estaba en la cocina —dijo Reece.<br />

—Sí, y este apartamento es tan espacioso que me extraña que me hayas oído.<br />

Joanie olía a especias y a humo.<br />

—Traigo el último cuenco <strong>de</strong> sopa —añadió—. La próxima vez tenemos que<br />

preparar más. ¿Has cenado?<br />

—Pues...<br />

—Da igual —Joanie <strong>de</strong>jó sobre la encimera un recipiente <strong>de</strong>sechable, caliente y<br />

tapado—. Cena ahora. A<strong>de</strong>lante —insistió al ver que Reece vacilaba—. Aún está<br />

caliente. Es mi turno <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso. —Dicho esto, se acercó a la ventana y la abrió unos<br />

centímetros. Luego sacó un encen<strong>de</strong>dor y un paquete <strong>de</strong> Marlboro Lights—. ¿Vas a<br />

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