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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Incluso un buen dinerito <strong>de</strong>saparece al cabo <strong>de</strong> un tiempo —dijo Reece—.<br />

Pue<strong>de</strong> que ese fuese parte <strong>de</strong>l problema.<br />

—Ella quería más.<br />

—Es probable. «¿Por qué no me llevas a un buen sitio? Estoy cansada <strong>de</strong> vivir<br />

en este tugurio. ¿Cuándo haremos un viaje?» y variaciones <strong>de</strong> lo mismo. Llevaban<br />

meses viéndose. Ella querría más.<br />

—Y entonces el capricho <strong>de</strong>saparece —dijo Brody—, igual que el dinero.<br />

—La cara oculta <strong>de</strong> la luna —murmuró Reece—. Me recuerda algo, pero no sé<br />

qué. ¿Vi el collar cuando la estranguló? No me acuerdo muy bien. Pero hay algo.<br />

—En un país <strong>de</strong> ficción iríamos a la policía con todo esto y ellos conseguirían<br />

una or<strong>de</strong>n judicial, conseguirían el nombre. Por <strong>de</strong>sgracia, en este mundo existe el<br />

maldito problema <strong>de</strong> la causa probable.<br />

—Hay una causa evi<strong>de</strong>nte —replicó Reece—. Deena está muerta, y quien le<br />

compró ese collar es el asesino.<br />

—No hay ninguna prueba <strong>de</strong> que esté muerta, ni siquiera <strong>de</strong> que haya<br />

<strong>de</strong>saparecido. Se supone que se marchó, y fue lo bastante consi<strong>de</strong>rada para <strong>de</strong>volver<br />

las llaves <strong>de</strong> su apartamento. Aunque tuviésemos suerte y averiguásemos quién<br />

compró el collar, sigue sin ser una prueba. No es una prueba absoluta <strong>de</strong> que se lo<br />

regalase a ella. Des<strong>de</strong> luego, no lo es <strong>de</strong> que la matase.<br />

Des<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong> la lógica, Brody tenía razón, pero Reece se estaba<br />

hartando <strong>de</strong> la lógica.<br />

—Entonces, ¿qué <strong>de</strong>monios estamos haciendo?<br />

—Reunir información. Y hoy tenemos más <strong>de</strong> la que teníamos ayer.<br />

—No es suficiente. Durante semanas y meses, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> los asesinatos <strong>de</strong><br />

Boston, los investigadores me <strong>de</strong>cían que estaban buscando, que estaban compilando<br />

información. Pero nunca hubo un arresto, un juicio, una con<strong>de</strong>na. Tuve que<br />

marcharme. Tuve que hacerlo. Pero ¿cuántas veces pue<strong>de</strong>s marcharte?<br />

—Nadie va a marcharse, Reece. Ya se nos ocurrirá alguna forma <strong>de</strong> sacarle el<br />

nombre al joyero. O encontraremos a otra persona que sepa algo más. Pero nadie va<br />

a marcharse.<br />

Ella permaneció en silencio durante un rato.<br />

—Me habrías sido <strong>de</strong> gran ayuda en Boston. Me habría sido <strong>de</strong> gran ayuda esa<br />

cabezonería.<br />

—Se llama tenacidad.<br />

—Es lo mismo —dijo apoyando su mano sobre la <strong>de</strong> él—. Escucha, si tu<br />

capricho <strong>de</strong>saparece, déjame por las buenas, ¿vale?<br />

—Des<strong>de</strong> luego. No hay problema.<br />

Reece sonrió mientras cruzaban los prados hacia Ángel´s Fist.<br />

Su mano tembló mientras cerraba el teléfono móvil. ¿Cómo habían llegado tan<br />

cerca? Estaban a un centímetro <strong>de</strong> él. Había cubierto su rastro con mucho cuidado,<br />

pero aun así lo habían seguido hasta Deena.<br />

Sabían cómo se llamaba ella.<br />

Había hecho todo —todo— lo que podía hacerse para protegerse a sí mismo,<br />

— 324 —

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