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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

preocupes. Dales un beso a las chicas <strong>de</strong> mi parte.<br />

—Lo haré. No te canses <strong>de</strong>masiado, lo justo para que al volver a casa puedas<br />

darme un beso.<br />

—Claro que sí. Te quiero, Deb.<br />

—Yo también te quiero. Adiós.<br />

Se quedó un rato sentado en silencio, bebiendo el café, comiendo el bocadillo,<br />

pensando en su esposa y en sus tres hijas. No quería que su niña se pusiera<br />

maquillaje, pero ya sabía que acabaría convenciéndolo. Su hija mayor poseía la<br />

tenacidad <strong>de</strong> la madre.<br />

Con un suspiro, metió la servilleta <strong>de</strong> papel en la bolsa <strong>de</strong> la comida y lo tiró<br />

todo a la basura. Mientras se servía una segunda taza <strong>de</strong> café, repasó mentalmente la<br />

<strong>de</strong>claración <strong>de</strong> Reece, revisó <strong>de</strong> nuevo los <strong>de</strong>talles, el tiempo. Sacudió la cabeza,<br />

añadió leche en polvo al café y se lo llevó a su oficina.<br />

El también conectó el or<strong>de</strong>nador. Había llegado el momento <strong>de</strong> averiguar algo<br />

más sobre Reece Gilmore, aparte <strong>de</strong> que no estaba lidiada y procedía <strong>de</strong> Boston.<br />

Pasó varias horas buscando, leyendo, haciendo llamadas y tomando notas.<br />

Cuando acabó, tenía un archivo y, tras vacilar un poco, lo guardó en el último cajón<br />

<strong>de</strong> su escritorio.<br />

Era tar<strong>de</strong> cuando salió <strong>de</strong> la oficina para volver a casa preguntándose si su<br />

esposa le habría esperado <strong>de</strong>spierta.<br />

Cuando pasó junto a Ángel Food, observó que la luz seguía encendida en el<br />

apartamento <strong>de</strong> arriba.<br />

A las siete y media <strong>de</strong> la mañana, mientras Reece se esforzaba por concentrarse<br />

en las tortitas <strong>de</strong> leche y los huevos revueltos, Brody subía al coche <strong>de</strong> Rick armado<br />

con un termo <strong>de</strong> café.<br />

—Buenos días. Te agra<strong>de</strong>zco que me acompañes, Brody.<br />

—No hay problema. Lo consi<strong>de</strong>raré un trabajo <strong>de</strong> documentación.<br />

Rick sonrió brevemente.<br />

—Supongo que podríamos <strong>de</strong>cir que tenemos un misterio entre manos.<br />

¿Cuánto tiempo dijiste que pasó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que Reece te dijo que lo vio hasta que volviste<br />

allí con ella?<br />

—No sé cuánto tardó en llegar hasta don<strong>de</strong> yo estaba. Ella bajaba corriendo, y<br />

yo ya subía por el sen<strong>de</strong>ro. Supongo que menos <strong>de</strong> diez minutos. Diría que cinco<br />

antes <strong>de</strong> que empezásemos a subir, y quizá diez minutos o un cuarto <strong>de</strong> hora más<br />

hasta que llegamos al punto en el que ella se había <strong>de</strong>tenido.<br />

—¿Y su estado <strong>de</strong> ánimo cuando la viste?<br />

Brody se sintió irritado.<br />

—El que cabría esperar en una mujer que ha visto que estrangulaban a otra.<br />

—Tranquilo, Brody, no vayas a pensar que no comprendo la situación, la<br />

cuestión es que tengo que consi<strong>de</strong>rar esto <strong>de</strong> forma diferente. Quiero saber si se<br />

mostraba coherente, si tenía la mente clara.<br />

—Al cabo <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> minutos, sí. Ten en cuenta que se encontraba a<br />

kilómetros <strong>de</strong> cualquier medio para conseguir ayuda, aparte <strong>de</strong> mí. Era la primera<br />

— 80 —

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