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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Háblame <strong>de</strong> ti. ¿Sin anillos? ¿Soltera?<br />

—Sí, sí.<br />

—Libre, y <strong>de</strong>l Este.<br />

—Boston.<br />

—Aja —dijo mientras seguía levantándole el pelo, <strong>de</strong>jándolo caer y<br />

observándolo—. ¿Y a qué te <strong>de</strong>dicas, cariño?<br />

—Cocino. Soy cocinera.<br />

Algo en su interior empezó a ronronear cuando las manos <strong>de</strong> él le dieron un<br />

masaje en el cuero cabelludo y jugaron con su pelo.<br />

—Trabajo con Linda-Gail —añadió—. ¿Estará por aquí cerca?<br />

—No te preocupes por ella. No la vemos por aquí tanto como nos gustaría—<br />

dijo con aquella atractiva sonrisa, mirando a Reece en el espejo—. ¿Confías en mí?<br />

—Pues... Oh, Dios, <strong>de</strong> acuerdo, pero ¿tenéis un Valium para acompañar esa<br />

infusión?<br />

Había olvidado aquella satisfacción. Las manos en su cabello, la infusión<br />

relajante, las revistas, el rumor <strong>de</strong> voces femeninas.<br />

Se estaba haciendo reflejos porque Serge así lo quería. Seguramente no podía<br />

permitírselos, pero allí estaba. En algún momento <strong>de</strong>l proceso apareció Linda-Gail<br />

con el pelo embadurnado en tinte y cubierto <strong>de</strong> plástico.<br />

—Rojo Zorro —dijo—. Me he <strong>de</strong>cidido. También me haré la manicura. ¿Tú<br />

quieres?<br />

—No, no, no puedo más.<br />

Pero en realidad estuvo a punto <strong>de</strong> dormirse con su ejemplar <strong>de</strong> Vogue hasta<br />

que llegó el momento <strong>de</strong>l lavado. Y <strong>de</strong>l corte.<br />

—Bueno, y ahora háblame <strong>de</strong>l hombre que hay en tu vida. —Serge empezó a<br />

cortar—. Debes <strong>de</strong> tener alguno.<br />

—Creo que sí.<br />

Dios mío, había un hombre en su vida.<br />

—Es escritor —explicó—. La verdad es que estamos empezando.<br />

—Deseo. Emoción. Descubrimiento.<br />

Una sonrisa pasó por su rostro.<br />

—Exacto. Es listo y seguro <strong>de</strong> sí mismo. A<strong>de</strong>más, le gusta cómo cocino. El...<br />

bueno, disimula una paciencia increíble con comentarios breves y acertados. No me<br />

trata como si fuese una mujer frágil, y me han tratado así durante <strong>de</strong>masiado tiempo.<br />

Y como él no lo hace, yo misma he <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> verme <strong>de</strong> esa forma, tan frágil. Ah, lo<br />

había olvidado. —Serge levantó las tijeras cuando ella se inclinó a coger la carpeta—.<br />

¿Reconoces a esta mujer?<br />

El estilista se metió las tijeras en el bolsillo, cogió el dibujo y lo observó.<br />

—No puedo asegurarlo, pero diría que yo no la he peinado. La habría<br />

convencido para que se cortase el pelo; hace que se le vea la cara <strong>de</strong>masiado<br />

alargada. ¿Es amiga tuya?<br />

—En cierto modo. ¿Podría enseñarlo por aquí o <strong>de</strong>jaros una copia? Alguien<br />

podría reconocerla.<br />

— 185 —

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