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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Con lo animada que se sentía en aquel momento, resultaba tentador. Podría<br />

comprar lo que necesitase y algunas cosas imprescindibles, y pagarlo todo más tar<strong>de</strong>.<br />

Pero eso supondría romper la inflexible norma por la que se había regido su vida<br />

durante más <strong>de</strong> ocho meses.<br />

—No hace falta. Es día <strong>de</strong> cobro. De momento solo quiero comprar algunas<br />

cosas para la cocina.<br />

Hizo las cuentas mentalmente mientras echaba un vistazo, <strong>de</strong>batía, eliminaba o<br />

seleccionaba lo que era absolutamente necesario y lo que resultaba prescindible. Una<br />

buena sartén <strong>de</strong> hierro, una olla en condiciones. No podía permitirse la clase <strong>de</strong><br />

cazuelas que tuvo tiempo atrás ni unos buenos cuchillos, pero con eso podía<br />

arreglárselas.<br />

Mientras calculaba y adaptaba su lista, miraba hacia la puerta cada vez que<br />

sonaba la campanita.<br />

Por eso vio entrar a Brody. Llevaba la misma cazadora <strong>de</strong> cuero raída y las<br />

mismas botas gastadas. No parecía haberse afeitado en un par <strong>de</strong> días. Pero aquella<br />

mirada, fiel reflejo <strong>de</strong> que lo había visto todo y no se le escapaba nada, seguía allí<br />

mientras sus ojos pasaban por encima <strong>de</strong> ella antes <strong>de</strong> dirigirse a la sección <strong>de</strong><br />

comestibles.<br />

Por fortuna, ella ya había recorrido aquella zona para coger lo que consi<strong>de</strong>raba<br />

elementos básicos <strong>de</strong> la <strong>de</strong>spensa y la nevera.<br />

Empujó su carrito hasta el mostrador.<br />

—Esto es todo, señor Drubber.<br />

—Enseguida te hago la cuenta. La tetera no te la cobro. Considéralo un regalo<br />

<strong>de</strong> bienvenida.<br />

—Oh, no tiene por qué hacerlo.<br />

—En mi tienda soy yo quien pone las normas —dijo levantando el índice—. Un<br />

minuto, Brody.<br />

—Muy bien. —Brody <strong>de</strong>jó sobre el mostrador un cartón <strong>de</strong> leche, una caja <strong>de</strong><br />

cereales y un paquete <strong>de</strong> café y saludó a Reece con un gesto <strong>de</strong> la cabeza—. ¿Qué tal?<br />

—Bien, gracias.<br />

—Reece se muda al apartamento que hay encima <strong>de</strong> Joanie's.<br />

—¿Ah, sí?<br />

—En cuanto le cobre y coloque la compra en unas cajas, échale una mano para<br />

llevarlas hasta allí, Brody.<br />

—Oh, no. No hace falta. Puedo arreglármelas.<br />

—No pue<strong>de</strong>s cargar con todo esto tú sola —insistió Mac—. Tienes el coche ahí<br />

fuera, ¿verdad, Brody?<br />

—Claro. —Su boca dibujó una ligera sonrisa; se diría que la situación le<br />

divertía.<br />

—De todos modos, cenarás en Joanie's, ¿no?<br />

—Ese es el plan.<br />

—¿Lo ves? No es ninguna molestia. ¿Te cobro en metálico o con tarjeta?<br />

—En metálico. Sí, en metálico.<br />

— 45 —

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