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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

presenciado un asesinato. Eso he dicho. Ya te lo contará. Nos falta poco para llegar.<br />

Cerró el teléfono y volvió a metérselo en el bolsillo.<br />

—Voy a darte un consejo. Me revientan los consejos, tanto dados como<br />

recibidos.<br />

—¿Pero?<br />

—Pero vas a tener que mantener la calma. Si quieres volver a ponerte histérica,<br />

llorar, gritar o <strong>de</strong>smayarte, espera a que él acabe <strong>de</strong> tomarte <strong>de</strong>claración. Mejor aún,<br />

espera a salir <strong>de</strong> mi cabaña porque no quiero verme en la obligación <strong>de</strong> aguantarlo.<br />

Sé minuciosa, sé clara y termina.<br />

—Si empiezo a per<strong>de</strong>r los nervios, ¿me harás el favor <strong>de</strong> pararme? —Percibió<br />

con claridad su ceño antes <strong>de</strong> levantar la mirada y verlo—. Quiero <strong>de</strong>cir que me<br />

interrumpas o que tires una lámpara. No te preocupes, te la pagaré. Lo que sea para<br />

darme un minuto y recuperarme.<br />

—Tal vez.<br />

—Huelo el lago. Se ve a través <strong>de</strong> los árboles. Me siento mejor cuando veo agua.<br />

Tal vez <strong>de</strong>bería vivir en una isla, aunque me parece que eso quizá sería <strong>de</strong>masiada<br />

agua. Tengo que parlotear durante un minuto. No tienes por qué escucharme.<br />

—Tengo oídos —le recordó él antes <strong>de</strong> cambiar <strong>de</strong> dirección para tomar el<br />

camino más fácil hasta su cabaña.<br />

Se acercó por la parte <strong>de</strong> atrás, don<strong>de</strong> estaba arropada por los árboles y las<br />

matas <strong>de</strong> salvia. Reece supuso que el círculo <strong>de</strong> montañas se vería <strong>de</strong>s<strong>de</strong> cualquier<br />

ventana.<br />

—Es un sitio bonito. Tienes un sitio bonito.<br />

Pero se le secó la boca cuando él abrió la puerta trasera. No había cerrado con<br />

llave. Cualquiera hubiera podido entrar.<br />

Al ver que ella no le seguía hasta el interior, Brody se volvió.<br />

—¿Quieres quedarte ahí fuera para hablar con Rick, el sheriff?<br />

—No.<br />

Se armó <strong>de</strong> valor y cruzó el umbral.<br />

Llegaron a la cocina. Observó que a pesar <strong>de</strong> su reducido tamaño estaba<br />

bastante bien distribuida. Brody limpiaba como un hombre. «Una generalización<br />

terrible», pensó, pero la mayoría <strong>de</strong> los hombres que conocía y no eran <strong>de</strong>l negocio se<br />

limitaban a fregar los platos, pasar un trapo por las encimeras y listo.<br />

Sobre la encimera <strong>de</strong> piedra gris, había un par <strong>de</strong> manzanas y un plátano<br />

<strong>de</strong>masiado maduro en un cuenco blanco, una cafetera, una tostadora que parecía<br />

más vieja que ella y un bloc <strong>de</strong> notas.<br />

Brody se dirigió <strong>de</strong> inmediato a la cafetera, la llenó <strong>de</strong> agua y midió el café<br />

antes <strong>de</strong> quitarse la chaqueta. Reece se quedó junto a la puerta mientras él la ponía en<br />

el fuego y sacaba <strong>de</strong> un armario un trío <strong>de</strong> tazas blancas <strong>de</strong> loza.<br />

—Mmm, ¿tienes té?<br />

Él le lanzó por encima <strong>de</strong>l hombro una mirada seca y divertida al tiempo.<br />

—Oh, claro. Espera, tengo que buscar mi tetera.<br />

—Lo tomaré como un no. No bebo café; me provoca temblores. Más temblores<br />

— 68 —

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