Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />
—¿Quién ha dicho que la tuviese? ¿Es esa mi camisa?<br />
—Pues sí. No puedo ir por ahí <strong>de</strong>snuda.<br />
—No veo por qué no. Pero como no me la has pedido y eso es <strong>de</strong> muy mala<br />
educación, creo que más te vale subir pitando y <strong>de</strong>volvérmela.<br />
—Tienes toda la razón. Estoy muy avergonzada.<br />
Reece volvió a relajarse.<br />
—Deberías estarlo —dijo él tomándola <strong>de</strong> la mano y acompañándola escalera<br />
arriba—. ¿Te gustaría que yo me pasease por ahí vestido con tu ropa sin permiso?<br />
—No creo que me gustase, aunque podría ser extrañamente fascinante.<br />
—Sí, como si algo tuyo pudiese meterse en mí. ¿Cómo quieres la puerta?<br />
Ella se quedo mirándole. «¿Habrá oído caer mi corazón a sus pies?»<br />
—Cerrada con llave, si te parece bien.<br />
—A mí no me importa —dijo mientras cerraba—. Ahora <strong>de</strong>vuélveme mi<br />
puñetera camisa.<br />
Un sueño la <strong>de</strong>spertó, imágenes confusas, un dolor agudo. Abrió los ojos. No<br />
estaba en el almacén; no sangraba. Pero las sombras y siluetas <strong>de</strong> aquella habitación<br />
eran <strong>de</strong>sconocidas, y el corazón le dio un vuelco. Entonces lo recordó.<br />
El dormitorio <strong>de</strong> Brody. La cama <strong>de</strong> Brody. Y el codo <strong>de</strong> Brody que se le clavaba<br />
en las costillas como una piqueta resultaba extrañamente reconfortante.<br />
No solo estaba segura; casi se sentía maravillosamente bien.<br />
Volvió la cabeza para contemplarle y observó que dormía boca abajo. Era <strong>de</strong> los<br />
que se tomaban terreno. Durante la noche la había empujado hasta el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la<br />
cama, <strong>de</strong>jándole un escaso triángulo <strong>de</strong> colchón. Pero no había problema. Reece<br />
había dormido a pierna suelta durante varias horas en aquel mezquino espacio.<br />
Y antes <strong>de</strong> eso, había hecho buen uso <strong>de</strong> cada centímetro <strong>de</strong> aquella cama.<br />
Se levantó y se sintió algo <strong>de</strong>cepcionada al ver que él no la buscaba con el brazo.<br />
Se dijo que no importaba mientras reunía su ropa. Tenía cosas que hacer, entre ellas<br />
preparar el <strong>de</strong>sayuno con las limitadas provisiones <strong>de</strong> la cocina <strong>de</strong> Brody.<br />
Salió <strong>de</strong> la habitación sin hacer ruido y entró en el cuarto <strong>de</strong> baño, al otro lado<br />
<strong>de</strong>l pasillo. Cuando pulsó el botón <strong>de</strong>l pestillo <strong>de</strong>l tirador, este volvió a abrirse <strong>de</strong><br />
golpe. Después <strong>de</strong> varios intentos se quedó mirando el tirador, con la ropa apoyada<br />
en <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n contra su pecho.<br />
¿Cómo era posible que no cerrase? ¿Había pestillo en la puerta <strong>de</strong>l dormitorio<br />
pero no en el baño? Eso era ridículo, eso no podía ser. Por fuerza tenía que cerrar,<br />
pero por más que lo pulsaba y le daba vueltas, no quedaba fijo.<br />
—No hace falta que cierre la puerta. Nadie entró a asesinarme anoche y nadie<br />
va a entrar esta mañana. Brody duerme al otro lado <strong>de</strong>l pasillo. Tres minutos en la<br />
ducha, eso es todo. Dentro y fuera. No pasa nada.<br />
Aquel cuarto <strong>de</strong> baño era el doble <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> que el suyo, había una bañera<br />
blanca <strong>de</strong> tamaño normal y una ducha. Toallas azul marino que no pegaban<br />
<strong>de</strong>masiado con el ver<strong>de</strong> <strong>de</strong> la encimera. De todos modos, nada estrafalario, nada<br />
extraño. No <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> mirar la puerta mientras retrocedía para abrir los grifos.<br />
Le gustaban las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> troncos, lisas e impermeabilizadas, las baldosas que<br />
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