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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Has hecho esto, todo esto, por mí.<br />

—Ya era hora <strong>de</strong> que empezase. ¿Te gusta el anillo?<br />

No lo había mirado bien. La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l anillo, <strong>de</strong> todo lo que representaba, era<br />

<strong>de</strong>scomunal. Miró el <strong>de</strong>stello <strong>de</strong>l diamante en un aro <strong>de</strong> oro. «Tan sencillo —pensó—,<br />

un tradicional como un plato <strong>de</strong> tarta <strong>de</strong> manzana caliente. Y absolutamente<br />

perfecto.»<br />

—Me gusta. Me encanta, <strong>de</strong> verdad. Pero hay un problema.<br />

—¿Qué? ¿Ahora qué?<br />

Ella levantó la mirada y sonrió.<br />

—Aún no me lo has pedido oficialmente.<br />

—Vas a tener que casarte conmigo, Linda-Gail, y salvarme <strong>de</strong> malgastar mi<br />

vida con mujeres malas. Si lo haces —continuó mientras ella soltaba una carcajada—,<br />

trabajaré duro para hacerte feliz.<br />

—Lo haré —dijo al tiempo que le tendía la mano—, y también te haré feliz a ti.<br />

—En cuanto tuvo el anillo en el <strong>de</strong>do, saltó a sus brazos y dijo—: Esta es la mejor cita<br />

<strong>de</strong> sábado por la noche <strong>de</strong> toda la historia.<br />

Cuando la boca <strong>de</strong> Cas se unió con la suya, le pareció oír un coche en la<br />

carretera. Pero estaba <strong>de</strong>masiado ocupada para que le importase.<br />

Mientras tanto, en el pueblo, Reece volaba calle abajo. Aún llevaba el <strong>de</strong>lantal, y<br />

le restallaba alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> las piernas mientras corría. La gente se paraba a mirarla o<br />

se apartaba con torpeza hasta que la muchacha lograba abrirse paso. Cruzó a toda<br />

prisa la puerta <strong>de</strong> On the Trail.<br />

—El collar.<br />

Debbie le estaba enseñando varias mochilas a una pareja <strong>de</strong> clientes y se volvió.<br />

—Hola, Reece —dijo con una mirada que revelaba sorpresa, seguida <strong>de</strong> un<br />

fastidio vagamente divertido—. Enseguida estoy contigo.<br />

—Tú tienes un collar.<br />

—Disculpen —dijo Debbie a los clientes—, es solo un minuto.<br />

Sin abandonar su sonrisa profesional, Debbie cruzó la tienda y cogió a Reece <strong>de</strong>l<br />

brazo con firmeza.<br />

—Estoy ocupada, Reece.<br />

—Un sol en una ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> oro.<br />

—¿De qué <strong>de</strong>monios hablas? —preguntó Debbie en un susurro.<br />

—Estoy loca, acuérdate. Sígueme la corriente o montaré una escena. Te vi<br />

llevando ese collar.<br />

—¿Y qué?<br />

—Un sol —repitió Reece—. Fue comprado en Delvechio's, en Jackson.<br />

—Muy bien, te proclamo ganadora <strong>de</strong>l concurso <strong>de</strong> hoy. Ahora márchate.<br />

En lugar <strong>de</strong> irse, Reece se acercó aún más a Debbie, hasta quedar a pocos<br />

centímetros <strong>de</strong> ella.<br />

—¿Quién te lo regaló?<br />

—Rick, claro. En Navidad. ¿Qué puñetas te pasa?<br />

—Eres su sol —murmuró Reece—. Le oí <strong>de</strong>cir eso y eso es lo contrario <strong>de</strong> la cara<br />

— 332 —

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