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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

El fuego que Brody había encendido como hacía casi todas las noches, había<br />

dado paso a unas rojas ascuas que ardían <strong>de</strong>spacio. Eso sentía ella en su interior, eso<br />

le transmitía él. Cali<strong>de</strong>z. en lugar <strong>de</strong> las llamas.<br />

Reece pudo gozar <strong>de</strong> aquella cali<strong>de</strong>z, acariciarle el pelo, la piel, <strong>de</strong>jar que su<br />

boca se rindiese a la <strong>de</strong> él. Aquella noche podía ser aplacada por sus manos y conocer<br />

el sereno ardor <strong>de</strong> la dicha. Él le había preparado té y sopa, y quería que se quedase.<br />

El amor la inundó en lentas y abundantes olas.<br />

Le abrió los brazos y se ofreció a él, pero Brody no solo quería recibir. Sobre<br />

todo quería que se sintiera bien, hacer más lleva<strong>de</strong>ros todos sus problemas. Y luego<br />

liberarla <strong>de</strong> ellos. Nadie había <strong>de</strong>spertado en él aquella ternura en su interior, nadie<br />

había sabido sacarla a la luz hasta empaparle en ella.<br />

El podía darle eso, esa ternura. Y cada suave suspiro que ella le <strong>de</strong>volvía<br />

aumentaba su propio placer.<br />

Mientras la <strong>de</strong>snudaba, sus <strong>de</strong>dos y sus labios rozaban y acariciaban cada<br />

centímetro <strong>de</strong> piel. El aroma <strong>de</strong> su propio jabón <strong>de</strong>spertó en él un sentimiento <strong>de</strong><br />

posesión. Aquella mujer era suya. Podía tocarla, saborearla, abrazarla. Los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong><br />

Reece recorrían con suavidad su rostro, su pelo, mientras el cuerpo <strong>de</strong> la muchacha<br />

se arqueaba para dar. Y dar.<br />

La estremecían la fuerza <strong>de</strong>l hombre, los músculos, las manos gran<strong>de</strong>s, la<br />

estructura robusta y ahora tan suave. Que él la tocase con tanto cuidado y paciencia,<br />

que sus labios se uniesen a los <strong>de</strong> ella una y otra vez, con tanta dulzura, la <strong>de</strong>jaba<br />

<strong>de</strong>slumbrada.<br />

Todo en su interior se liberó, se volvió líquido, y él aún le dio más.<br />

La sangre empezó a latir bajo su piel; los primeros latidos <strong>de</strong> urgencia. Como si<br />

Brody los oyese, la levantó y <strong>de</strong>jó que aquella ansiedad enroscada se soltase <strong>de</strong> golpe.<br />

Y cuando Reece volvió a verse arrastrada, hizo un sonido como el <strong>de</strong> una mujer que<br />

acaba <strong>de</strong> probar algo sabroso, con sabor a miel.<br />

Sus pesados párpados se abrieron; sus ojos soñaron en los <strong>de</strong> él.<br />

Brody cayó en ellos, en su oscura magia. Su corazón cayó con él, dando vueltas<br />

y más vueltas, libre. No pudo <strong>de</strong>tenerlo, no pudo atraparlo ni atraparse a sí mismo.<br />

Se <strong>de</strong>slizó en el interior <strong>de</strong> ella y contempló cómo volvía a subir.<br />

—No cierres los ojos.<br />

Brody le cubrió la boca con la suya sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> contemplarla, moviéndose con<br />

ella.<br />

El ritmo se aceleró; el aliento se volvió ja<strong>de</strong>o. El cuerpo <strong>de</strong>l hombre inició su<br />

asalto final, y ella le acompañó en su carrera. Brody le agarró las manos y vio que<br />

aquellos ojos a los que no podía resistirse se empañaban mientras ella se asía con<br />

fuerza a su cuerpo. Mientras pronunciaba su nombre.<br />

Su propia visión se nubló cuando ella le arrastró consigo.<br />

Yacieron juntos, abrazados, mientras la noche transcurría y las ascuas se<br />

extinguían. Cuando Brody notó que ella empezaba, a adormecerse, tomó la manta<br />

que estaba sobre el respaldo <strong>de</strong>l sola y la echó sobre ambos.<br />

Ella le abrazó y murmuró algo. Luego se durmió.<br />

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