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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Haz lo que puedas.<br />

—Creo... creo que era larga y estrecha, como la cara. No prominente. Me fijé<br />

más en la boca porque se movía. Se pasó mucho tiempo hablando o más bien<br />

gritando. La boca me pareció dura. Ella me pareció dura. No sé cómo explicarlo.<br />

—¿Boca fina?<br />

—No lo sé, tal vez. Era... móvil. Me refiero a que parecía tener mucho que <strong>de</strong>cir.<br />

Y cuando no hablaba fruncía el ceño, se reía sarcásticamente. Su boca no paraba <strong>de</strong><br />

moverse. Llevaba pendientes; estoy casi segura <strong>de</strong> que eran aros. Vi cómo relucían. El<br />

pelo le llegaba por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> los hombros y era ondulado, muy oscuro. Se le cayeron<br />

las gafas <strong>de</strong> sol cuando él la tiró al suelo, pero todo sucedió muy <strong>de</strong>prisa. Ella estaba<br />

muy enfadada. Diría que tenía los ojos gran<strong>de</strong>s, pero estaba muy irritada, y luego<br />

muy asombrada, y luego...<br />

—¿Tenía rasgos distintivos? —continuó el doctor en el mismo tono sereno—.<br />

Cicatrices, lunares, pecas...<br />

—No recuerdo ninguno. Maquillaje —añadió ella <strong>de</strong> pronto—. Creo que iba<br />

muy maquillada. Pintalabios rojo. ¡Sí! Muy rojo, y..., tal vez era simplemente por el<br />

enfado, pero creo que llevaba <strong>de</strong>masiado colorete. Ahora que lo pienso, su viveza<br />

parecía exagerada. Quizá por la furia, o porque se le había ido la mano con el<br />

colorete. Estaba muy lejos, incluso con los prismáticos.<br />

—Está bien. ¿Qué edad le pondrías?<br />

—Uf. Ah... treinta y tantos, quizá. Diez años más o menos —añadió Reece<br />

mientras se apretaba los ojos con los <strong>de</strong>dos—. Mierda.—La primera impresión es lo<br />

que cuenta. ¿Se le parece?<br />

Reece se inclinó hacia <strong>de</strong>lante en la silla cuando el doctor le dio la vuelta al bloc.<br />

Era más hábil <strong>de</strong> lo que esperaba. Quien la miraba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el bloc no era la mujer<br />

que había visto, pero allí estaba su potencial.<br />

—Vale, vale —murmuró mientras se <strong>de</strong>shacía uno <strong>de</strong> los nudos <strong>de</strong> su<br />

estómago—. Creo que tenía la barbilla un poco más aguda. Solo un poco. Y... los ojos<br />

no eran tan redondos, tal vez un poco más alargados. Tal vez. —Reece volvió a coger<br />

su té y aprovechó para calmarse mientras el doctor hacía modificaciones . No podría<br />

<strong>de</strong>cir <strong>de</strong> qué color tenía los ojos, pero creo que eran oscuros. Me parece que no tenía<br />

la boca tan ancha. Y las cejas... Dios, espero no inventármelo... Las cejas eran más<br />

finas, muy arqueadas, como si se las hubiese <strong>de</strong>pilado <strong>de</strong> forma exagerada. Cuando<br />

él le levantó la cabeza <strong>de</strong>l suelo por el cabello, se le cayó la gorra. ¿Lo había<br />

olvidado? Se le cayó la gorra. Tenía, la frente amplia.<br />

—Respira —sugirió Brody.<br />

—¿Cómo?<br />

—Que respires.<br />

—De acuerdo. —Cuando se <strong>de</strong>tuvo a hacerlo, se dio cuenta <strong>de</strong> que el corazón le<br />

latía muy fuerte y las manos empezaban a temblarle lo suficiente para agitar el té en<br />

la taza—. Llevaba las uñas pintadas. Tal vez <strong>de</strong> rojo. También olvidé eso. Recuerdo<br />

como las clavaba en la tierra mientras él la estrangulaba.<br />

—¿Le arañó? —le preguntó Brody.<br />

— 149 —

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