Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />
amistosa y añadió—. Deberías probar la aromaterapia. Cuando estoy estresada, no<br />
hay nada que me calme tanto como el aceite <strong>de</strong> lavanda.<br />
—Lo apuntaré en mi lista. La próxima vez que un asesino se cuele en mi<br />
apartamento y lo inun<strong>de</strong>, me calmaré con aceite <strong>de</strong> lavanda. Buen consejo.<br />
—Vaya, por el amor <strong>de</strong> Dios...<br />
—No me ofendo. —Reece empujó el taburete—. Agra<strong>de</strong>zco el intento. Tengo<br />
que volver al trabajo... Debbie, eres una mujer simpática, y tus hijas también lo son.<br />
Eres muy atenta y amable. Pero no sabes, ni pue<strong>de</strong>s saber, lo que tengo yo en la<br />
cabeza. Nunca has estado allí.<br />
Se pasó el resto <strong>de</strong>l turno dándole vueltas a aquello, y seguía dándole vueltas<br />
cuando salió <strong>de</strong>l restaurante. Como Brody había insistido en acompañarla en coche<br />
por la mañana —y eso iba a acabarse—, su coche se había quedado en la cabaña.<br />
«No importa», pensó. El paseo le ayudaría a serenarse. La temperatura era lo<br />
bastante cálida para llevar la chaqueta <strong>de</strong>sabrochada, y la brisa le traería el olor <strong>de</strong>l<br />
agua, los bosques y la hierba que empezaba a ver<strong>de</strong>ar.<br />
Echaba <strong>de</strong> menos el ver<strong>de</strong> <strong>de</strong>l césped y <strong>de</strong> los parques. Los viejos árboles<br />
majestuosos, el tráfico. El anonimato <strong>de</strong> una ciudad bulliciosa y floreciente.<br />
¿Qué estaba haciendo allí, asando hamburguesas <strong>de</strong> alce, <strong>de</strong>fendiéndose <strong>de</strong> una<br />
maruja <strong>de</strong> Wyoming y preocupándose por la muerte <strong>de</strong> una mujer a la que ni<br />
siquiera conocía?<br />
Ya tenía sobre su corazón doce muertos, personas a las que conoció y quiso.<br />
¿No era suficiente?<br />
No podía cambiarlo. No podía evitarlo. Vivir su vida era ahora su única<br />
responsabilidad. Y era más que suficiente.<br />
Caminaba con la cabeza baja y las manos metidas en los bolsillos, <strong>de</strong>seando<br />
saber adón<strong>de</strong> <strong>de</strong>monios iba.<br />
Cuando el coche aminoró la marcha a su lado, Reece no se dio cuenta. Al oír el<br />
ligero toque <strong>de</strong>l claxon, dio un salto.<br />
—¿Quieres subir, niña? Tengo caramelos.<br />
A través <strong>de</strong> la ventanilla abierta, Reece miró a Brody con el ceño fruncido.<br />
—¿Qué haces?<br />
—Dar una vuelta en coche en busca <strong>de</strong> mujeres excitantes. Tú te acercas<br />
bastante. Sube.<br />
—No quiero que pierdas el día por llevarme <strong>de</strong> un sitio a otro.<br />
—Mejor, porque no lo he perdido —dijo Brody mientras se quitaba el cinturón<br />
<strong>de</strong> seguridad para abrir la puerta <strong>de</strong>l pasajero—. Sube. Pue<strong>de</strong>s seguir gruñendo igual<br />
aquí <strong>de</strong>ntro.<br />
—No estoy gruñendo —contestó ella mientras subía—. Lo digo en serio, Brody,<br />
tú tienes tu propio trabajo, tu propia rutina.<br />
—Me gusta cambiar mi rutina. En realidad, sacar el culo <strong>de</strong> la cama lo bastante<br />
pronto para acompañarte me ha obligado a ponerme ante el teclado antes <strong>de</strong> lo<br />
habitual. He tenido un buen día <strong>de</strong> trabajo, y ahora me apetece conducir. Ponte el<br />
cinturón, Flaca.<br />
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