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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Eso no es como tener a alguien que trabaje contigo y se preocupe <strong>de</strong> que<br />

tengas una buena cena caliente al final <strong>de</strong> la jornada.<br />

—Se dice que tuvo un <strong>de</strong>sengaño amoroso hace un cuarto <strong>de</strong> siglo más o<br />

menos. Su novia le <strong>de</strong>jó plantado poco menos que en el altar. Se fue con su mejor<br />

amigo.<br />

—No pue<strong>de</strong> ser. ¿De verdad?<br />

—Eso dicen, aunque seguramente exageran para darle más morbo. Supongo<br />

que hay algo <strong>de</strong> cierto.<br />

—¡Qué mala pécora! Ella no le merecía.<br />

—Probablemente él ni siquiera recuerda cómo se llamaba.<br />

—Claro que se acuerda. Apuesto a que ella ya va por el cuarto marido y sufre<br />

una terrible <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> los fármacos provocada por complicaciones <strong>de</strong>rivadas<br />

<strong>de</strong> su tercer lifting.<br />

—Eres un poco mala. Me gusta.<br />

—Cuando alguien le hace daño a alguien que me importa, soy malísima. Bueno,<br />

¿por qué no te retiras al salón a disfrutar <strong>de</strong>l vino? Voy a limpiar esto.<br />

—Define «limpiar».<br />

—Mira y apren<strong>de</strong>.<br />

—De acuerdo, pero la vista es mejor <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquí. He visto una foto tuya <strong>de</strong> hace<br />

algunos años. Artículos en internet, <strong>de</strong> periódicos y revistas —explicó él.<br />

—¿Por qué mirabas artículos sobre mí en internet?<br />

—Por curiosidad. Llevabas el pelo más corto.<br />

Reece recogió los platos y los llevó al frega<strong>de</strong>ro.<br />

—Sí. Solía ir a una buena peluquería <strong>de</strong> Newberry. Era cara, pero merecía la<br />

pena. O al menos eso me parecía entonces. No he podido aguantar en una peluquería<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong>... —Abrió el grifo y echó un poco <strong>de</strong> lavavajillas en el agua—. Así que me lo<br />

<strong>de</strong>jé crecer —concluyó.<br />

—Tienes un pelo muy bonito.<br />

—Me encantaba ir a la peluquería, que alguien me prestase tanta atención y se<br />

preocupase por mi aspecto. Sentarme allí tomando el vino, el té o el agua con gas que<br />

me servían, salir sintiéndome fresca y renovada. Era una <strong>de</strong> esas facetas <strong>de</strong> la vida<br />

por las que me encantaba ser mujer. —Se apartó <strong>de</strong>l frega<strong>de</strong>ro para repartir las<br />

sobras en las dos cajas <strong>de</strong> comida para llevar que había cogido en Joanie's—. Cuando<br />

salí <strong>de</strong>l hospital, mi abuela me invitó a un tratamiento completo en mi peluquería.<br />

Reservó hora con el peluquero, con la manicura, con la esteticista, con la masajista...<br />

Todo el mundo se mostró tan atento, tan amable... Tuve un ataque <strong>de</strong> pánico en el<br />

vestuario. Ni siquiera pu<strong>de</strong> <strong>de</strong>sabrocharme la camisa para ponerme la bata. Tuve que<br />

marcharme. —Metió las cajas en el frigorífico—. Mi peluquero... —añadió—. Fui<br />

clienta suya durante años. Es un encanto. Se ofreció a venir a mi casa. Pero no pu<strong>de</strong>.<br />

—¿Por qué no?<br />

—La mortificación era muy importante.<br />

—Eso es una tontería.<br />

—Es posible, pero así era. Y resultaba más fácil sentir vergüenza que miedo. Al<br />

— 134 —

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