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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Reece apretó los dientes.<br />

—No volveré hasta que esté segura <strong>de</strong> que me quiere allí, y no para<br />

protegerme. Voy a comprarme un perro —dijo frunciendo el entrecejo.<br />

—Me he perdido.<br />

—Si solo quiero protección, me compraré un puñetero perro. Quiero un amante<br />

en un plano <strong>de</strong> igualdad. Y si voy a estar en esa cabaña con él, no quiero sentirme<br />

como una invitada. Ni siquiera se ha ofrecido a <strong>de</strong>jarme un cajón <strong>de</strong> su armario.<br />

Linda-Gail puso mala cara y volvió a apoyar la barbilla en la mano.<br />

—Los hombres son un asco.<br />

—Tienes toda la razón. Me cabrea estar enamorada <strong>de</strong> él.<br />

Con mirada triste, Linda-Gail golpeó ligeramente el vaso <strong>de</strong> Reece con el suyo.<br />

—Estoy contigo.<br />

Entonces echó un vistazo hacia la barra y vio que Cas estaba contándole sus<br />

penas a una <strong>de</strong> las camareras. Sabía que era una <strong>de</strong> las mujeres con las que se había<br />

acostado en algún momento.<br />

—Vamos a bailar.<br />

Reece parpa<strong>de</strong>ó.<br />

—¿Cómo?<br />

—Vamos a ver si hay un par <strong>de</strong> pescadores con mosca que quieran dar unas<br />

vueltas por la pista <strong>de</strong> baile.<br />

La pista <strong>de</strong> baile consistía en un escaso listón <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l escenario, y<br />

los pescadores con mosca estaban medio borrachos y con ganas <strong>de</strong> camorra.<br />

—No me apetece mucho.<br />

—Pues yo voy a ver si escojo a uno.<br />

Metió la mano en el bolso y sacó un pintalabios. Se pintó los labios a la<br />

perfección —<strong>de</strong> un rojo muy atrevido— sin necesidad <strong>de</strong> espejo, y se echó hacia<br />

atrás.<br />

—¿Qué pinta tengo?<br />

—Ahora mismo, un tanto peligrosa. Deberías...<br />

—Perfecto.<br />

Sacudiendo el cabello hacia atrás, Linda-Gail entró en el campo visual <strong>de</strong> Cas.<br />

Luego apoyó las palmas <strong>de</strong> las manos en la mesa don<strong>de</strong> estaban sentados los tres<br />

hombres y se inclinó hacia <strong>de</strong>lante.<br />

Reece no oía lo que <strong>de</strong>cían, pero no le hacía falta. Los hombres sonreían; Cas<br />

tenía aspecto <strong>de</strong> asesino.<br />

«Una mala i<strong>de</strong>a —pensó Reece—. Esa clase <strong>de</strong> juegos siempre son una mala<br />

i<strong>de</strong>a.» Pero Linda-Gail se paseaba ya <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los hombres mientras sus<br />

compañeros silbaban y animaban. Ella le llevó a la pista, le puso las manos en los<br />

hombros y empezó a mover las ca<strong>de</strong>ras.<br />

En la mesa, los otros dos gritaron. Uno <strong>de</strong> ellos exclamó.<br />

—¡No te cortes, Chuck!<br />

Y Chuck plantó las manos en el culo <strong>de</strong> Linda-Gail.<br />

A pesar <strong>de</strong> la distancia, a pesar <strong>de</strong> la neblina <strong>de</strong> humo azul, Reece vio que los<br />

— 250 —

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