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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Y a mí también me quiere. —Linda-Gail tomó un poco <strong>de</strong> huevo <strong>de</strong>l plato que<br />

compartían—. ¿Cómo es que no has ido al restaurante para ayudar con los arreglos?<br />

—Me ha dicho que no me necesitaba, que ya habría bastante gente por allí. Ni<br />

siquiera ha querido hablar <strong>de</strong> eso. Ya sabes cómo es.<br />

—Estaba trastornada, más <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>mostraba. ¿Quién ha podido hacerle eso,<br />

Cas?<br />

Él permaneció un momento en silencio.<br />

—Por lo que he oído, ha sido un acci<strong>de</strong>nte. A Reece se le inundó el cuarto <strong>de</strong><br />

baño.<br />

—De eso nada. Alguien se coló en la casa <strong>de</strong> Reece y <strong>de</strong>jó el grifo abierto. Ella ni<br />

siquiera estaba.<br />

—Pero... Bueno, por el amor <strong>de</strong> Dios, ¿cómo es que yo no me he enterado <strong>de</strong><br />

eso?<br />

—Tal vez porque estabas enfurruñado en el cuarto <strong>de</strong>l material —dijo la<br />

muchacha con una sonrisa mientras <strong>de</strong>slizaba el tenedor entre ellos—. Alguien le<br />

está haciendo bromas muy pesadas a Reece.<br />

—¿A qué te refieres?<br />

Ella se lo contó, al menos lo que sabía, lo que había oído y sus propias<br />

conclusiones.<br />

—Si lo piensas, da un poco <strong>de</strong> miedo. Alguien la ha tomado con ella, y no sabe<br />

quién es. Y si es el tipo al que Reece vio matar a esa mujer...<br />

—Eso no pue<strong>de</strong> ser —interrumpió Cas—. Eso pasó hace semanas. Hará mucho<br />

que se ha ido.<br />

—No, si es <strong>de</strong> por aquí.<br />

—¡Dios santo, Linda-Gail! —exclamó mientras se pasaba la mano libre por el<br />

pelo <strong>de</strong>speinado y dorado por el sol—. No pue<strong>de</strong> ser alguien <strong>de</strong>l pueblo. Conocemos<br />

a todo el mundo. Si tuviésemos a un asesino al lado, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l mostrador <strong>de</strong> la<br />

tienda o tomando café en el local <strong>de</strong> mi madre, ¿no crees que lo sabríamos?<br />

—No por fuerza. ¿Qué se dice siempre cuando se averigua que el vecino es un<br />

asesino en serie o algo así? «Oh, era tan discreto, tan agradable... Iba a lo suyo y<br />

nunca molestaba a nadie.»<br />

—Por aquí nadie va a lo suyo —observó Cas.<br />

—Da lo mismo. No se sabe hasta que se sabe. Me gustaría po<strong>de</strong>r hacer algo para<br />

ayudarla.<br />

—A mí me parece que ya lo haces. Le has ofrecido tu amistad.<br />

La sonrisa <strong>de</strong> Linda-Gail volvió a resplan<strong>de</strong>cer, esta vez cálida y <strong>de</strong> oreja a<br />

oreja.<br />

—Eres más listo <strong>de</strong> lo que algunos piensan.<br />

—Sí, bueno, no me gusta llamar la atención.<br />

Tim McGraw sonaba en la máquina <strong>de</strong> discos en <strong>de</strong>safinado duelo con uno <strong>de</strong><br />

los carpinteros a los que Joanie tenía bajo su tiranía mientras Reece hacía juegos<br />

malabares con los pedidos a la hora punta <strong>de</strong>l almuerzo. Podía hacer oídos sordos a<br />

la música —la mejor forma <strong>de</strong> mantener la cordura— y a casi todo el ruido <strong>de</strong> fondo:<br />

— 275 —

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