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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

—Tal vez.<br />

—¿Estás segura <strong>de</strong> que era él?<br />

—No, no <strong>de</strong>l todo —contestó; en cualquier caso, no podía hacer nada—. Bueno,<br />

¿y ahora qué?<br />

—Cuando volvamos al pueblo usaré mi innata habilidad <strong>de</strong> reportero para<br />

averiguar más sobre Deena Black. Antes, iremos <strong>de</strong> tiendas, por algunas <strong>de</strong> las<br />

joyerías <strong>de</strong> la ciudad. Quizá averigüemos dón<strong>de</strong> compró el collar.<br />

—Oh, esa es buena. Una pequeña luna <strong>de</strong> nácar en una ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> oro,<br />

posiblemente con diamantes. ¿Cuántas joyerías hay en Jackson?<br />

—Me temo que vamos a averiguarlo.<br />

«Demasiadas», se dijo Brody <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la primera hora, sobre todo al añadir<br />

las tiendas <strong>de</strong> artesanía que vendían joyas. Nunca había entendido esa necesidad <strong>de</strong><br />

colgarse en el cuerpo metales y piedras, pero, como era algo que se remontaba a los<br />

albores <strong>de</strong> la humanidad, no esperaba que pasase <strong>de</strong> moda.<br />

Sin embargo, se sintió aliviado al ver que su temor oculto <strong>de</strong> que Reece se<br />

rindiese al anhelo <strong>de</strong> ir <strong>de</strong> tiendas no se hacía realidad. No sucumbió a la tentación<br />

<strong>de</strong> «Solo me pruebo esto» que, según Brody, compartían todas las mujeres. Una<br />

mujer capaz <strong>de</strong> concentrarse en una tarea mientras sus sentidos eran bombar<strong>de</strong>ados<br />

por brillos y relumbres era, en su opinión, una mujer fantástica.<br />

De vez en cuando veía que sus ojos se posaban en el género, pero no se<br />

<strong>de</strong>spistaba. El admiraba eso. Sobre todo cuando vio que otros hombres sufrían<br />

mientras sus mujeres parloteaban, babeaban y se agitaban por bisutería y baratijas.<br />

Era tanta su admiración y su satisfacción, que <strong>de</strong> repente se <strong>de</strong>tuvo, la atrajo<br />

hacia sí y la besó con entusiasmo.<br />

—¡Qué bien! ¿Por qué?<br />

—Porque eres una mujer sensata y sencilla.<br />

—Vale. ¿Por qué?<br />

—Este asunto nos tomaría el doble <strong>de</strong> tiempo, como mínimo, si fueras <strong>de</strong> las<br />

que tienen que pararse y hacer ruidos infantiles <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> cada escaparate o<br />

expositor. Nos está tomando mucho tiempo, pero por lo menos avanzamos.<br />

—Es verdad —contestó ella, dándole la mano mientras se dirigían a la siguiente<br />

tienda—. También intento ser una mujer sincera, así que <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>cirte que la única<br />

razón por la que no me paro y hago lo que tú calificas en tono con<strong>de</strong>scendiente <strong>de</strong><br />

«ruidos infantiles» es que no puedo permitirme comprar nada. A<strong>de</strong>más, he perdido<br />

la costumbre. Pero eso no significa que no lo haría si pudiera, o que no me he fijado<br />

en algunos artículos especialmente atractivos. Como los botines negros, creo que <strong>de</strong><br />

cocodrilo, <strong>de</strong> dos tiendas más atrás, y los pendientes <strong>de</strong> turmalina sobre aros <strong>de</strong> oro<br />

blanco <strong>de</strong> la última tienda. O...<br />

—¡Eras <strong>de</strong> las que van <strong>de</strong> tiendas!<br />

—A mi estilo limitado.<br />

—Mi gozo en un pozo.<br />

—Más vale que sepas la verdad ahora —dijo ella; le apretó la mano en un gesto<br />

cariñoso—. De todos modos, ahora mismo preferiría tener un juego <strong>de</strong> Sitram que<br />

— 320 —

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