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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

un niño llorando, un par <strong>de</strong> hombres discutiendo sobre béisbol...<br />

Era casi normal, siempre que pensara solo en el momento. Hamburguesa <strong>de</strong><br />

alce poco hecha, sopa <strong>de</strong> judías blancas, sándwich <strong>de</strong> solomillo, pollo. Corta, pica,<br />

recoge, llena la parrilla.<br />

Podía hacerlo con los ojos cerrados. Tal vez lo hiciese, y tal vez era la forma <strong>de</strong><br />

olvidar que Dean, el hermano <strong>de</strong> Brenda, estaba <strong>de</strong>strozando a McGraw con sus<br />

martillazos <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la cortina <strong>de</strong> plástico.<br />

Todo era rutina; el calor, el chisporroteo, el humo. La rutina era buena. ¿Qué<br />

había <strong>de</strong> malo en aferrarse a la rutina entre una crisis y la siguiente?<br />

Sirvió el sándwich <strong>de</strong> solomillo y la hamburguesa acompañadas <strong>de</strong> sus<br />

respectivas guarniciones. Se volvió.<br />

—¡Pedidos listos!<br />

Y vio que Debbie Mardson se <strong>de</strong>slizaba en un taburete <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la barra.<br />

Debbie apretó los labios, se tocó su propia mejilla encendida y dijo.<br />

—¡Pobrecita!<br />

—Seguramente parece peor <strong>de</strong> lo que es.<br />

—Eso espero. Vi a Min Hobalt. Me dijo que das unos puñetazos tremendos.<br />

—Yo no...<br />

—Lo dijo en broma. —Debbie levantó ambas manos—. Ahora que se ha<br />

calmado lo lleva bien. Me contó que su hijo <strong>de</strong> quince años, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que sabe que su<br />

madre ha estado en una pelea <strong>de</strong> bar, opina que es muy enrollada.<br />

—Me alegro <strong>de</strong> haber contribuido a elevar su estatus.<br />

—La sopa huele bien. Tal vez podría tomar un tazón y una ensalada para<br />

acompañar. —Miró a su alre<strong>de</strong>dor con gesto <strong>de</strong> conspiración y añadió con un<br />

susurro teatral—. Tu aliño.<br />

—Claro. —Reece supuso que era una especie <strong>de</strong> oferta <strong>de</strong> paz. Podía ser lo<br />

bastante generosa para aceptarla—. Enseguida.<br />

Ella misma trucó la nota <strong>de</strong>l pedido y lo puso en la fila.<br />

Veinte minutos más tar<strong>de</strong>, cuando las cosas estaban más tranquilas, Debbie<br />

seguía allí.<br />

—Madre mía, pensaba que poner la cena en la mesa todas las noches era una<br />

hazaña. ¿Cómo lo controlas todo?<br />

—Llega a convertirse en una rutina.<br />

—Algunos días, alimentar a tres niñas y a un hombre es más rutina <strong>de</strong> la que<br />

puedo aguantar. ¿Pue<strong>de</strong>s tomarte un respiro? Te invito a un café.<br />

—No tomo café. —«Pensará que soy maniática y <strong>de</strong>scortés», se dijo, y añadió—:<br />

Pero puedo tomarme un respiro.<br />

Cogió una botella <strong>de</strong> agua antes <strong>de</strong> ir a sentarse ante la barra. Al menos, podría<br />

<strong>de</strong>scansar un rato. Tal vez se sintiese <strong>de</strong>scuidada y sudorosa al lado <strong>de</strong> Debbie, con<br />

su camisa blanca <strong>de</strong> lino y su bonita chaqueta rosa, pero al menos <strong>de</strong>scansaba.<br />

—La sopa estaba <strong>de</strong>liciosa. Supongo que no estarás dispuesta a compartir la<br />

receta.<br />

—Estoy pensando en compartir muchas recetas.<br />

— 276 —

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