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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

acelerado—. ¿Con qué <strong>de</strong>recho?<br />

—Yo me tomo el <strong>de</strong>recho. La próxima vez que <strong>de</strong>jes que otro tío te manosee, va<br />

a llevarse algo más que un puñetazo en la nariz.<br />

—¿A ti qué te importa quién me manosea? —gritó ella—. ¿Qué te importa? Si<br />

no eres capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirlo, <strong>de</strong> <strong>de</strong>círmelo a la cara y en serio, ahora mismo, me largo.<br />

Me marcho, Cas.<br />

—Tú no vas a ninguna parte.<br />

—Entonces dilo —pidió mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas—.<br />

Mírame y dilo, y sabré si lo dices en serio.<br />

—¡Estoy tan furioso contigo, Linda-Gail!<br />

—Sé que dices eso en serio.<br />

—Te quiero. ¿Es eso lo que necesitas oír? Te quiero. Seguramente siempre te he<br />

querido.<br />

—Sí, eso es lo que necesito oír. Te ha dolido un poco, ¿verdad?<br />

—Algo.<br />

—También te asusta un poco.<br />

Sus manos la tocaban ahora con más suavidad, le acariciaban los brazos.<br />

—Pue<strong>de</strong> que más que un poco.<br />

—Por eso sé que lo dices en serio. Por eso lo sé —murmuró ella, apoyándole<br />

una mano en la mejilla magullada—. Llevo toda la vida esperando oírte <strong>de</strong>cir eso.<br />

—Nunca he podido olvidarte —dijo Cas atrayéndola hacia sí, besándola con sus<br />

maltratados labios—. Quise hacerlo. Lo intenté. Mucho.<br />

—Demasiado. Aquí —or<strong>de</strong>nó la muchacha cogiendo sus manos y llevándolas<br />

hacia atrás, hasta ponerlas en su trasero—. Ningún otro tío pondrá las manos don<strong>de</strong><br />

están las tuyas, y tú no se las pondrás encima a ninguna otra mujer. ¿Trato hecho?<br />

—Trato hecho.<br />

—¿Crees que pue<strong>de</strong>s tomarte libre el resto <strong>de</strong> la noche?<br />

Cas sonrió <strong>de</strong>spacio.<br />

—Supongo que puedo arreglarlo.<br />

—¿Y venir a casa conmigo?<br />

—Podría hacer eso.<br />

—¿Y excitarme, <strong>de</strong>snudarme y hacerme el amor hasta el amanecer?<br />

—¿Solo hasta el amanecer?<br />

—Por esta vez —dijo ella, y volvió a besarle.<br />

Cas era bueno. Linda-Gail imaginaba que lo sería, y llevaba imaginándolo<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> que tuvo la edad suficiente para enten<strong>de</strong>r lo que hacían los hombres y las<br />

mujeres en la oscuridad. Pero era mejor incluso <strong>de</strong> lo que su mente había imaginado.<br />

Manos fuertes que encontraban todos los puntos a<strong>de</strong>cuados, una boca caliente con<br />

un apetito infinito. Un cuerpo largo, <strong>de</strong>lgado, infatigable.<br />

La poseyó dos veces antes <strong>de</strong> que el cerebro febril <strong>de</strong> Linda-Gail pudiese<br />

serenarse el tiempo suficiente para pensar: «Aleluya».<br />

Desnuda, relajada, con la piel resbaladiza por el sudor, se tumbó atravesada en<br />

la cama.<br />

— 273 —

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