Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />
—¿Cómo? Perdona, no te he oído...<br />
—¿Te encuentras bien? Te has puesto muy pálida. ¿Te duele la cabeza?<br />
—No, no, estoy perfectamente. —Reece se obligó a mirar hacia el escenario—.<br />
Supongo que aún me cuesta permanecer en un sitio don<strong>de</strong> hay mucha gente.<br />
—¿Quieres salir? No tenemos por qué quedarnos.<br />
Pero cada vez que echaba a correr era un paso atrás. Una retirada más.<br />
—No, no, estoy bien. Mmm... ¿Alguna vez sales a cantar?<br />
Linda-Gail echó un vistazo hacia el escenario. Reuben terminaba y recibía unos<br />
aplausos muy entusiastas.<br />
—Claro. ¿Te apetece?<br />
—No lo haría ni por un millón <strong>de</strong> dólares. Bueno, ni por medio millón.<br />
Otro hombre se dirigía al escenario; como pesaba unos ciento diez kilos y medía<br />
un metro ochenta, Reece <strong>de</strong>cidió que podía eliminarlo <strong>de</strong> su lista.<br />
La sorprendió con una balada interpretada con una voz <strong>de</strong> tenor dulce aunque<br />
débil.<br />
—No lo conozco —comentó Reece.<br />
—T. B. Unger. Da clases en el instituto. T. B. significa Teddy Bear. Y esa que está<br />
sentada ahí es su mujer, Arlene, la morena <strong>de</strong> la camisa blanca. No van mucho a<br />
Joanie’s; tienen dos críos y son muy caseros. Pero vienen a Clancy's una vez por<br />
semana para que él pueda cantar. Arlene también trabaja en el instituto, en la<br />
cafetería. Parecen novios.<br />
«Des<strong>de</strong> luego», pensó Reece mientras contemplaba cómo el oso <strong>de</strong> peluche<br />
cantaba su canción <strong>de</strong> amor mirando directamente a los ojos <strong>de</strong> su esposa.<br />
Se recordó que había dulzura en el mundo. Y amor, y amabilidad. Era<br />
agradable volver a formar parte <strong>de</strong> eso, volver a sentir eso.<br />
Y reír cuando el siguiente intérprete, una rubia con muy mal oído y mucho<br />
sentido <strong>de</strong>l humor, <strong>de</strong>strozó un clásico <strong>de</strong> Dolly Parton.<br />
Lo hizo durante una hora entera y consi<strong>de</strong>ró la velada un enorme éxito.<br />
Mientras regresaba a su apartamento a través <strong>de</strong> las calles silenciosas, se sentía<br />
casi segura, casi tranquila. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan bien.<br />
Y cuando cruzó la puerta, casi se sintió en casa.<br />
Después <strong>de</strong> cerrar con llave, comprobar el picaporte y apoyar <strong>de</strong>bajo el<br />
respaldo <strong>de</strong> una silla, fue a lavarse.<br />
En el umbral <strong>de</strong>l pequeño baño se quedó paralizada. Ninguno <strong>de</strong> sus artículos<br />
<strong>de</strong> aseo se hallaba en el estrecho estante situado junto al lavabo. Cerró los ojos con<br />
fuerza, pero cuando volvió a abrirlos el estante seguía vacío. Abrió <strong>de</strong> golpe el<br />
botiquín con puerta <strong>de</strong> espejo en el que guardaba las medicinas y la pasta <strong>de</strong> dientes.<br />
También estaba vacío.<br />
Con un quejido, se dio la vuelta para observar la habitación. Su cama estaba<br />
hecha, como la había <strong>de</strong>jado por la mañana. El hervidor brillaba sobre la cocina. Pero<br />
faltaba la suda<strong>de</strong>ra con capucha que estaba segura había <strong>de</strong>jado colgada <strong>de</strong>l<br />
perchero.<br />
A los pies <strong>de</strong> la cama, y no <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> ella, estaba su petate.<br />
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