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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

meterla. Ya sabes, como te has olvidado <strong>de</strong> los zapatos. Yo siempre estoy haciendo<br />

cosas así—añadió Brenda, esta vez sin ironía—. Ya sabes, me distraigo y me olvido...<br />

—No se me ha olvidado. La he metido. Mira —la interrumpió Reece mientras<br />

sacaba la moneda <strong>de</strong> veinticinco centavos—-. Esto es todo lo que me queda porque<br />

he gastado lo <strong>de</strong>más en lavar y secar mi puñetera ropa. ¿Quién ha bajado?<br />

—Oye, cálmate. No he visto bajar a nadie aparte <strong>de</strong> a ti.<br />

—A lo mejor has bajado tú.<br />

—¡Dios mío, Reece! —replicó Brenda, con una expresión <strong>de</strong> sincero sobresalto<br />

pintada en el rostro—. ¿Por qué iba a hacer algo así? Tienes que pensar lo que dices.<br />

Si necesitas más monedas, puedo...<br />

—No necesito nada.<br />

Dominada por la rabia y el pánico, Reece salió ja<strong>de</strong>ando a la calle y echó a<br />

correr con su cesta <strong>de</strong> ropa mojada.<br />

«Vete a casa —pensó—. Entra. Cierra la puerta.»<br />

Al oír un claxon, dio un traspié y se volvió <strong>de</strong> golpe levantando la cesta como<br />

un escudo. Observó que su coche se <strong>de</strong>tenía en su lugar habitual, junto a los<br />

peldaños. Lynt bajó <strong>de</strong>l vehículo.<br />

—No pretendía asustarla.<br />

Reece consiguió saludarle con un gesto <strong>de</strong> la cabeza. ¿Por qué la observaba así,<br />

como si fuese una extraterrestre? ¿Por qué la miraba la gente así?<br />

—Mmm, los neumáticos están bien. Solo estaban bajos. Muy bajos. Los he<br />

inflado.<br />

—Oh, gracias, muchas gracias.<br />

—Y, mmm, ya que estaba en ello, iba a comprobar la rueda <strong>de</strong> recambio. Pero...<br />

Reece se hume<strong>de</strong>ció los rígidos labios.<br />

—¿Le pasa algo a la rueda <strong>de</strong> recambio?<br />

—Él caso es... —empezó Lynt, tirando <strong>de</strong> la visera <strong>de</strong> su gorra y removiéndose,<br />

inquieto—. Está como enterrada ahí.<br />

—No sé a qué se refiere —respondió ella; apoyó la cesta en los peldaños y se<br />

acercó al coche—. Ahí <strong>de</strong>ntro solo llevo el equipo <strong>de</strong> emergencias.<br />

Al ver que el hombre vacilaba, Reece le quitó la llave y abrió el maletero.<br />

El olor llegó primero. Basura por todas partes. El maletero estaba lleno <strong>de</strong> ella.<br />

Cascaras <strong>de</strong> huevo, café molido, papeles húmedos y sucios, latas vacías... Como si<br />

alguien hubiese volcado un cubo <strong>de</strong> basura en su interior.<br />

—No sabía qué hacer.<br />

—Yo no he hecho esto —dijo Reece antes <strong>de</strong> retroce<strong>de</strong>r uno, dos pasos—. Yo no<br />

he hecho esto. ¿Lo ha hecho usted?<br />

El mismo sobresalto repentino que había aparecido en la cara <strong>de</strong> Brenda<br />

apareció en la <strong>de</strong> Lynt.<br />

—Claro que no, Reece. Lo he encontrado así.<br />

—Alguien ha hecho esto. Yo no he hecho esto. Alguien me está haciendo esto.<br />

Alguien...<br />

—No me gusta que la gente grite junto a mi local. —Joanie salió por la puerta<br />

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