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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 22<br />

Una cerveza —pensó Reece—. Si una mujer no pue<strong>de</strong> permitirse una cerveza,<br />

¿qué sentido tiene conservar un empleo y trabajar hasta tener la espalda molida al<br />

final <strong>de</strong> una larga jornada?<br />

Clancy's estaba repleto <strong>de</strong> gente <strong>de</strong>l pueblo y <strong>de</strong> turistas que habían acudido a<br />

la zona para pescar o ir en barca, para hacer excursiones o montar a caballo. El<br />

larguirucho Reuben se hallaba al micrófono y ofrecía una versión llena <strong>de</strong><br />

sentimiento <strong>de</strong> «You'll think of me», <strong>de</strong> Keith Urban. Un grupo <strong>de</strong> vaqueros jugaba<br />

una partida <strong>de</strong> billar con un par <strong>de</strong> chicas <strong>de</strong> ciudad, así que las bolas chocaban<br />

envueltas en una fina neblina sexual. Dos parejas <strong>de</strong>l Este brindaban y se hacían fotos<br />

contra el fondo <strong>de</strong> cabezas <strong>de</strong> alces y muflones.<br />

En la barra, Cas meditaba con la ayuda <strong>de</strong> una botella <strong>de</strong> Big Horn.<br />

—Parece que está sufriendo —dijo Reece.<br />

Linda-Gail se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

—No lo suficiente. Esta vez tendrá que venir por don<strong>de</strong> yo diga y con el<br />

sombrero en la mano. Puedo esperar —dijo antes <strong>de</strong> coger una <strong>de</strong> las galletitas<br />

saladas <strong>de</strong>l cuenco <strong>de</strong> plástico negro que había sobre la mesa y mor<strong>de</strong>rla con<br />

fuerza—. Llevo casi toda mi vida colgada <strong>de</strong> ese estúpido vaquero, y le he dado el<br />

tiempo y el espacio suficiente para que acabe <strong>de</strong> montar a toda la cuadra.<br />

—Bonita metáfora—dijo Reece.<br />

Pero Linda-Gail no estaba para cumplidos.<br />

—Supuse que Cas llevaba en la sangre más avena loca que la mayoría, así que,<br />

vale, <strong>de</strong>jé que la sembrara, que se sacara toda esa ansia <strong>de</strong>l cuerpo. Cuando un<br />

hombre como ese chasquea los <strong>de</strong>dos, las mujeres se le echan encima.<br />

Reece levantó una mano.<br />

—Yo no.<br />

—Ya, pero tú estás loca.<br />

—Cierto. Supongo que eso lo explica.<br />

—Pero ahora estoy dispuesta a empezar a construir el resto <strong>de</strong> mi vida —dijo<br />

Linda-Gail con los ojos clavados en la espalda <strong>de</strong> Cas mientras mordía otra<br />

galletita—. O se adapta, o no se adapta.<br />

Reece reflexionó.<br />

—Los hombres son unos cabrones —dijo por fin.<br />

—Oh, sí, claro que lo son. Pero es que las mujeres no me gustan <strong>de</strong> la misma<br />

forma, así que voy a necesitar a un hombre para poner las cosas en marcha.<br />

—¿Qué clase <strong>de</strong> cosas?<br />

Apoyando el codo sobre la mesa, Linda-Gail <strong>de</strong>scansó la barbilla en la palma <strong>de</strong><br />

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