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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 6<br />

Caminaron en silencio, por la pra<strong>de</strong>ra, ro<strong>de</strong>ando la poza pantanosa. Reece<br />

recordó haber visto patos y una garza. Y el pobre pez con<strong>de</strong>nado. Se sentía<br />

entumecida y confusa.<br />

—¿Brody?<br />

—Sigo aquí.<br />

—¿Me acompañarás a la policía?<br />

Él se <strong>de</strong>tuvo para beber y luego le ofreció la botella <strong>de</strong> agua. La miró con ojos<br />

serenos. Ojos ver<strong>de</strong>s. Oscuros, como las hojas al final <strong>de</strong>l verano,<br />

—Llamaremos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi casa. Está más cerca, para llegar hasta el pueblo hay<br />

que ro<strong>de</strong>ar todo el lago.<br />

—Gracias.<br />

Aliviada y agra<strong>de</strong>cida, Reece siguió colocando un pie <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l otro en<br />

dirección a Angel's Fist.<br />

Para mantener la concentración, se puso a repasar recetas en su mente y se<br />

imaginó a sí misma midiendo los ingredientes y preparándolas.<br />

—Suena bien —comentó Brody, sacándola bruscamente <strong>de</strong> su ensoñación.<br />

—¿Qué?<br />

—Lo que estás cocinando ahí—respondió mientras se llevaba un <strong>de</strong>do a la<br />

sien—, sea lo que sea. ¿Gambas asadas?<br />

Reece <strong>de</strong>cidió que no tenía sentido avergonzarse. Estaba muy por encima <strong>de</strong><br />

eso.<br />

—Gambas asadas en salmuera. No me he dado cuenta ele que hablaba en voz<br />

alta —contestó mirando hacia <strong>de</strong>lante—. Es un problema que tengo.<br />

—Yo no veo ningún problema, salvo que ahora tengo hambre y no muchas<br />

gambas por aquí.<br />

—Necesito pensar en otra cosa, en lo que sea. Necesito... Vaya, qué mierda.<br />

Sentía una opresión en el pecho y empezó a sofocarse. El ataque <strong>de</strong> ansiedad<br />

alargó una mano para apretarle la garganta. Se mareó y se inclinó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cintura,<br />

ja<strong>de</strong>ando.<br />

—No puedo respirar. No puedo.<br />

—Sí que pue<strong>de</strong>s. Lo estás haciendo. Pero si sigues respirando así te <strong>de</strong>smayarás.<br />

No pienso llevarte a cuestas, así que basta ya —dijo Brody en tono uniforme y<br />

práctico mientras la ayudaba a en<strong>de</strong>rezarse. Se miraron a los ojos—. Basta ya.<br />

—Está bien.<br />

Había cercos dorados alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> sus pupilas, alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l margen exterior<br />

<strong>de</strong>l iris. Tal vez fuese aquello lo que daba tanta intensidad a sus ojos.<br />

— 66 —

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