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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Supuso que a Reece le habría gustado verlos, pero la <strong>de</strong>jó dormir.<br />

Sabía que los campos florecerían bajo el sol <strong>de</strong>l verano, que resplan<strong>de</strong>cerían con<br />

un color increíble entre la salvia. Y supuso que, con toda aquella extensión <strong>de</strong> campo,<br />

una tumba pasaría inadvertida para personas y animales. Si el hombre tenía la<br />

paciencia <strong>de</strong> cavar lo bastante hondo.<br />

Se <strong>de</strong>svió hacia Angel's Fist y las alamedas y pinares que bor<strong>de</strong>aban la<br />

población. Reece gimió suavemente. Cuando Brody le echó un vistazo, vio que<br />

temblaba.<br />

Detuvo el coche en mitad <strong>de</strong> la carretera y se volvió para sacudirle el brazo.<br />

—Despierta.<br />

—¡No!<br />

Salió <strong>de</strong>l sueño como un corredor <strong>de</strong> los tacos <strong>de</strong> salida. Cuando dio un<br />

puñetazo al aire, él lo bloqueó con la palma <strong>de</strong> la mano.<br />

—Dame un golpe —dijo en tono suave— y te lo <strong>de</strong>vuelvo.<br />

—¿Qué? ¿Qué? —Se quedó mirando con ojos nublados su puño sujeto con<br />

firmeza por la mano <strong>de</strong> él—. Me he dormido, ¿no? —añadió.<br />

—Si no lo has hecho, has fingido muy bien durante una hora.<br />

—¿Te he pegado?<br />

—Lo has intentado. No vuelvas a hacerlo.<br />

Reece le or<strong>de</strong>nó a su corazón que se calmase.<br />

—¿Me <strong>de</strong>vuelves la mano?<br />

Brody abrió los <strong>de</strong>dos; la muchacha retiró el puño y lo <strong>de</strong>jó caer en su regazo.<br />

—¿Siempre te <strong>de</strong>spiertas como si acabases <strong>de</strong> oír la campana <strong>de</strong>l segundo<br />

asalto?<br />

—No lo sé. Hace mucho tiempo, no recuerdo cuánto, que no duermo con nadie<br />

cerca. Supongo que me siento cómoda cerca <strong>de</strong> ti.<br />

—Cómoda... —Brody levantó aquella ceja—. Si sigues utilizando palabras así,<br />

me voy a sentir obligado a hacerte cambiar <strong>de</strong> opinión.<br />

Ella sonrió un poco.<br />

—Tú no eres <strong>de</strong> los que hacen daño a las mujeres.<br />

—¿Ah, no?<br />

—Quiero <strong>de</strong>cir físicamente. Es probable que hayas roto unos cuantos corazones,<br />

pero antes no le pegas una paliza a la propietaria. Te limitarías a acabar con su ego a<br />

base <strong>de</strong> palabras, que, ahora que lo pienso, es tan malo como un puñetazo en la<br />

mandíbula. De todos modos, gracias por <strong>de</strong>jarme dormir. Debo <strong>de</strong> haber... ¡Oh! ¡Oh,<br />

míralas!<br />

La vista que llenaba el parabrisas borró <strong>de</strong> su mente todo lo <strong>de</strong>más.<br />

Impresionada, se <strong>de</strong>sabrochó el cinturón <strong>de</strong> seguridad y abrió la puerta. El viento le<br />

revolvió el cabello cuando salió <strong>de</strong>l coche.<br />

—¡Es todo tan puro, tan imponente y pavoroso...! Todo este campo, y ahí están,<br />

esas..., no sé, esas fortalezas que lo dominan todo. Es como si se hubiesen abierto<br />

paso fuera <strong>de</strong> la tierra. Me encanta lo repentino que hay en ellas. —Caminó hasta la<br />

parte <strong>de</strong>lantera <strong>de</strong>l coche para apoyarse en el capó—. Las miro todos los días, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

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