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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

A Linda-Gail se le <strong>de</strong>rritió el corazón mientras y buena parte <strong>de</strong> su mal humor<br />

se <strong>de</strong>svaneció.<br />

—Cas.<br />

Él levantó la cabeza. El resentimiento le hizo fruncir el ceño.<br />

—¿Qué quieres? Estoy trabajando.<br />

—Ya lo veo. No te lo impido —dijo Linda-Gail, y <strong>de</strong>cidió mostrarse<br />

magnánima, ir a por todas—. Siento lo <strong>de</strong> tu ojo.<br />

Él la miró durante un largo momento lleno <strong>de</strong> intensidad. Luego volvió la vista<br />

a la silla y siguió trabajando.<br />

—Lo siento —dijo ella—. De todos modos, no es la primera vez que te dan un<br />

puñetazo en el ojo. Yo solo estaba bailando.<br />

Él se puso a frotar el cuero en silencio. Linda-Gail sintió una punzada <strong>de</strong><br />

ansiedad bajo su <strong>de</strong>rretido corazón.<br />

—¿Eso es todo? ¿Ni siquiera vas a hablar conmigo? Fuiste tú quien montó todo<br />

ese follón solo porque estaba bailando con alguien. ¿Cuántas veces te he visto bailar<br />

con alguien en Clancy's?<br />

—Eso es diferente.<br />

—Esa es la estupi<strong>de</strong>z más gran<strong>de</strong> que he oído en mi vida. ¿Qué tiene <strong>de</strong><br />

diferente?<br />

—Lo es, y ya está.<br />

—Lo es, y ya está —repitió ella en tono mordaz—. Si yo bailo con alguien es<br />

normal que tú empieces una pelea. Pero tú pue<strong>de</strong>s bailar y hacer lo que sea con quien<br />

quieras y se supone que yo no <strong>de</strong>bo opinar.<br />

—No significa nada.<br />

—Eso lo dices tú —replicó Linda-Gail apuntándole con un <strong>de</strong>do—. Yo digo que<br />

puedo bailar con quien quiera y que tú no tienes <strong>de</strong>recho a causar problemas.<br />

—Muy bien. Pue<strong>de</strong>s estar segura <strong>de</strong> que no volveré a hacerlo. Así que, si eso es<br />

todo...<br />

—No vas a librarte <strong>de</strong> mí, William Butler. ¿Por qué empezaste esa pelea?<br />

—Yo no fui. Fue él.<br />

—Tú le provocaste.<br />

—¡Te puso las manos en el culo! —Cas tiró al suelo el trapo y se levantó <strong>de</strong><br />

golpe—. Dejaste que te metiera mano, en público.<br />

—No me estaba metiendo mano. Y no habría <strong>de</strong>jado que me pusiera las manos<br />

en el culo si tú no fueras tan gilipollas.<br />

—¿Yo?<br />

—Exacto —confirmó ella, clavándole el <strong>de</strong>do en el pecho—. Siempre has sido<br />

un gilipollas porque piensas con la polla. He esperado <strong>de</strong>masiado tiempo a que<br />

crecieras <strong>de</strong> una vez y te hicieses un hombre.<br />

Él le lanzó una mirada peligrosa.<br />

—Soy un hombre —afirmó mientras la agarraba por el brazo y tiraba <strong>de</strong> ella—.<br />

Y soy el único hombre que pue<strong>de</strong> ponerte las manos encima. ¿Te enteras?<br />

—¿Con qué <strong>de</strong>recho? —preguntó ella con lágrimas en los ojos y el pulso<br />

— 272 —

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