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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

excusas para verla.<br />

Y precisamente eso hizo que se sintiese como un idiota encoñado.<br />

En su opinión, la mejor forma ele compensarlo sería mostrarse molesto con ella.<br />

Así se sentía mejor. Frunció el ceño, subió por la escalera y llamó a la puerta con<br />

cierta impaciencia.<br />

—Soy Brody —dijo—. Abre.<br />

Ella tardó tanto en respon<strong>de</strong>r que la expresión ceñuda se convirtió en un gesto<br />

preocupado.<br />

—Brody, lo siento, estaba acostada. Me duele la cabeza.<br />

Él accionó el picaporte, pero la puerta estaba cerrada con llave.<br />

—Abre —repitió.<br />

—De verdad, se está convirtiendo en migraña. Voy a dormir a ver si se me pasa.<br />

Mañana te llamo.<br />

A él no le gustó cómo sonaba su voz.<br />

—Abre la puerta, Reece.<br />

—Vale, vale, vale.<br />

La llave giró y Reece abrió la puerta <strong>de</strong> golpe.<br />

—¿Es que hablo en chino? —añadió la muchacha—. Me duele la cabeza; no<br />

quiero compañía y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, no me apetece calentar las sábanas.<br />

Estaba pálida como la cera.<br />

—¿No serás una <strong>de</strong> esas mujeres que se ponen enfermas cuando no les gusta<br />

cómo les han cortado el pelo?<br />

—Claro que sí. De todas formas, me han hecho un corte precioso. Ha sido un<br />

día muy largo y <strong>de</strong> mucho estrés. Ahora estoy cansada y quiero que te vayas para<br />

po<strong>de</strong>r echarme.<br />

La mirada <strong>de</strong> él recorrió la habitación y captó las bolsas apoyadas sobre la<br />

encimera.<br />

—¿Cuánto hace que has vuelto?<br />

—Vaya, no lo sé. Pue<strong>de</strong> que una hora.<br />

«Dolor <strong>de</strong> cabeza, y una mierda», pensó él. La conocía lo suficiente para estar<br />

seguro <strong>de</strong> que aunque le hubiesen amputado una pierna habría guardado los<br />

comestibles nada más cerrar la puerta <strong>de</strong> la calle.<br />

—¿Qué ha pasado?<br />

—Dios, ¿quieres largarte? He follado contigo, vale, y ha sido fantástico. Los<br />

ángeles cantaron hasta <strong>de</strong>sgañitarse. Muy pronto volveremos a hacerlo. Pero eso no<br />

significa que no tenga <strong>de</strong>recho a un poco <strong>de</strong> puñetera intimidad.<br />

—Eso es verdad —dijo él en un tono suave que contrastaba con la rabia <strong>de</strong><br />

ella—. Y te daré toda la intimidad que quieras en cuanto me cuentes qué <strong>de</strong>monios<br />

pasa. ¿Qué <strong>de</strong>monios te has hecho en las manos? —Le agarró una y por un momento<br />

se sintió aterrorizado ante la posibilidad <strong>de</strong> que las manchas <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos y las<br />

palmas fueran <strong>de</strong> sangre—. ¿Qué <strong>de</strong>monios...? ¿Es tinta?<br />

Ella se echó a llorar en silencio. Brody nunca había visto nada más <strong>de</strong>sgarrador<br />

que las lágrimas que le resbalaban por las mejillas sin que <strong>de</strong> Reece brotara sonido<br />

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