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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

No me he <strong>de</strong>cidido a pasear sola por la noche. De todas formas, he pensado en ello.<br />

Pero o está todo <strong>de</strong>masiado tranquilo, o no lo suficiente, y <strong>de</strong> inmediato se me<br />

ocurren una docena <strong>de</strong> razones para volver directamente a mi apartamento cuando<br />

termino el turno <strong>de</strong> la cena.<br />

—En esta época <strong>de</strong>l año, por la noche casi toda la gente que hay es <strong>de</strong>l pueblo.<br />

No hay motivo para preocuparse por aquí.<br />

—Es evi<strong>de</strong>nte que no te has enterado <strong>de</strong>l psicópata que se escon<strong>de</strong> en el<br />

pantano, el violador en serie que está <strong>de</strong> paso en el pueblo o el amable profesor <strong>de</strong><br />

mates que en realidad es un asesino con hacha.<br />

—Creo que me los he perdido.<br />

Ella le echó un vistazo como si reflexionase y luego se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

—Una noche <strong>de</strong> la semana pasada me sentía agitada y me apetecía dar un<br />

paseo. Llegué a pensar en llevarme el tenedor <strong>de</strong> servir por si tenía que <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rme<br />

<strong>de</strong> alguno <strong>de</strong> mis imaginarios maníacos homicidas.<br />

—Un tenedor <strong>de</strong> servir.<br />

—Sí. Un cuchillo me pareció un tanto excesivo. Pero si es necesario se pue<strong>de</strong><br />

hacer bastante daño con un buen tenedor <strong>de</strong> servir. Sin embargo, <strong>de</strong>sestimé la i<strong>de</strong>a y<br />

me quedé a ver una vieja película en la tele. Es absurdo. Soy absurda. ¿Por qué<br />

quieres per<strong>de</strong>r el tiempo conmigo, Brody?<br />

—Tal vez las mujeres neuróticas me resulten excitantes.<br />

—No es verdad —respondió ella con una carcajada, sacudiendo el cabello hacia<br />

atrás para mirar el cielo—. Dios mío, es tan gran<strong>de</strong>, tan claro... Veo la Vía Láctea.<br />

Creo que es la Vía Láctea. Y las dos Osas, lo que agota mis conocimientos sobre<br />

constelaciones.<br />

—A mí no me mires. Yo solo veo un puñado <strong>de</strong> estrellas y una luna blanca en<br />

cuarto menguante.<br />

—¿De verdad?<br />

Al ver que él no la cogía <strong>de</strong> la mano, las metió en los bolsillos <strong>de</strong> la chaqueta.<br />

Brody no <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser <strong>de</strong> esos.<br />

—Invéntate una—continuó—. Tú te <strong>de</strong>dicas a inventar cosas.<br />

Brody se metió los pulgares en los bolsillos <strong>de</strong> los vaqueros y contempló las<br />

estrellas.<br />

—Ahí está el Pastor Solitario, o el Gordo a la Pata Coja. Hacia el oeste, está la<br />

Diosa Sally, que protege a las cocineras <strong>de</strong> trituras.<br />

—¿Sally? Ha estado ahí todo este tiempo y yo sin saber que tenía una diosa<br />

patrona.<br />

—Tú no eres una cocinera <strong>de</strong> trituras.<br />

—En este momento, sí. A<strong>de</strong>más, quiero a Sally para mí. Mira cómo brilla en el<br />

agua.<br />

Las estrellas nadaban en el lago como un millar <strong>de</strong> luces que centelleaban en su<br />

oscura superficie. La luz <strong>de</strong> la luna cortaba una vaga semiesfera blanca sobre el<br />

<strong>de</strong>stello. El perfume <strong>de</strong> los pinos, el agua, la tierra y la hierba embalsamaba el aire.<br />

—A veces añoro tanto Boston que me duelen los huesos —le contó ella—. Y<br />

— 170 —

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