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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Y se ruborizó al ver que Debbie Mardson la observaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> On<br />

the Trail.<br />

—Sí, es la loca —masculló Reece entre dientes mientras se obligaba a sonreír y<br />

saludar con la mano—. Solo está bañándose en un lago helado con toda la ropa<br />

puesta. Nada <strong>de</strong>l otro mundo.<br />

Ya que el momento se había estropeado, agarró sus bolsas y sus zapatos, y echó<br />

a andar <strong>de</strong>scalza hasta su casa.<br />

No importaba lo que pensara aquella maldita y casi perfecta Debbie Mardson.<br />

Ni ella ni nadie. Tenía <strong>de</strong>recho a sentarse y balancear los pies <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l lago. Tenía<br />

<strong>de</strong>recho a saltar como un conejo al oír el maldito estallido <strong>de</strong> la furgoneta <strong>de</strong> Carl.<br />

Se quitó los pantalones mojados y se puso unos secos. Y tenía <strong>de</strong>recho a hacer la<br />

colada. Reunió la ropa y cogió el <strong>de</strong>tergente y algunos <strong>de</strong> los pocos billetes <strong>de</strong> dólar<br />

que le quedaban.<br />

«Pongo la lavadora —pensó—, regreso a casa y empiezo la sopa. Vuelvo al<br />

hotel y paso la ropa a la secadora. Regreso y trabajo en el libro <strong>de</strong> cocina.» Sacó la<br />

cestita <strong>de</strong> la colada y se dirigió al hotel.<br />

Como tenía que pasar por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> On the Trail, fijó la vista al frente y rogó,<br />

solo por esa vez, que Debbie no la viese. No cruzó corriendo por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l<br />

escaparate, pero apretó el paso y no aminoró la marcha hasta que llegó al hotel.<br />

—Hola, Brenda. Día <strong>de</strong> colada. ¿Tienes cambio?<br />

—Claro, no hay problema. —Brenda exhibió una amplia sonrisa y enarcó las<br />

cejas—. Por cierto, ¿necesitas unos zapatos?<br />

—¿Cómo?<br />

—No llevas zapatos, Reece.<br />

—¡Oh, Dios mío! —Reece se miró los pies <strong>de</strong>scalzos y se ruborizó, pero cuando<br />

miró <strong>de</strong> nuevo a Brenda la vergüenza se convirtió en mal genio al ver su expresión<br />

<strong>de</strong> ironía—. Supongo que se me han ido <strong>de</strong> la cabeza. Ya sabes que mi cabeza no es<br />

muy <strong>de</strong> fiar. Monedas <strong>de</strong> veinticinco centavos, por favor —añadió <strong>de</strong>jando los<br />

billetes con fuerza sobre el mostrador.<br />

Brenda los contó.<br />

—Ahora mira por dón<strong>de</strong> pisas.<br />

—Eso haré.<br />

Como el ascensor no era una opción para ella, Reece bajó por la escalera.<br />

Detestaba el puñetero sótano <strong>de</strong>l hotel. Lo <strong>de</strong>testaba. Si Brody no se hubiese puesto<br />

tan idiota, habría utilizado su lavadora y su secadora, y se habría ahorrado todas<br />

aquellas molestias estúpidas.<br />

—Siete por uno es siete —empezó mientras <strong>de</strong>jaba atrás la zona <strong>de</strong><br />

mantenimiento—. Siete por dos, catorce.<br />

Repasó la tabla <strong>de</strong>l siete y empezó con la <strong>de</strong>l ocho; cuando la lavadora se puso a<br />

zumbar, Reece salió precipitadamente <strong>de</strong> la zona <strong>de</strong> lavan<strong>de</strong>ría.<br />

Redujo la velocidad hasta adoptar un paso normal cuando se acercaba al<br />

vestíbulo. Saludó a Brenda con la mano. No tuvo tanta suerte al pasar <strong>de</strong> nuevo por<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la tienda <strong>de</strong> ropa.<br />

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