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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

plato con pan y mantequilla. Y cuando el burbujeo se convirtió en vapor, los llevó a<br />

la mesa don<strong>de</strong> estaban sentados los hombres.<br />

—Aquí tienen su sopa. Y como acompañamiento voy a <strong>de</strong>jar clara una cosa. No<br />

necesito ni quiero ningún examen médico. No estoy enferma. No le ocurre nada a mi<br />

vista. No me dormí en el sen<strong>de</strong>ro y no soñé que veía estrangular a una mujer.<br />

La violencia <strong>de</strong> sus palabras flotando en el aire interrumpió las conversaciones<br />

en las mesas cercanas. Por un momento, solo se oyó a Clarín lirooks en la máquina <strong>de</strong><br />

discos.<br />

—Que disfruten <strong>de</strong> su comida —concluyó Reece antes <strong>de</strong> volver a la cocina.<br />

Se quitó <strong>de</strong> un tirón el <strong>de</strong>lantal y cogió su chaqueta.<br />

—Mi turno ha terminado. Me voy arriba.<br />

—Muy bien. —Joanie colocó una hamburguesa sobre la plancha—. Mañana<br />

trabajas <strong>de</strong> once a ocho.<br />

—Conozco mis turnos.<br />

Salió por la puerta <strong>de</strong> atrás, dio la vuelta hasta el lateral <strong>de</strong>l edificio y subió por<br />

la escalera con pasos bruscos.<br />

Una vez en el apartamento, buscó los mapas y las guías <strong>de</strong> la zona. Ella sola<br />

encontraría la forma <strong>de</strong> llegar. No necesitaba un acompañante; no necesitaba a un<br />

hombre que la siguiera para aplacarla y tratarla con aire protector.<br />

Abrió el mapa y contempló cómo caía al suelo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos sin fuerza.<br />

Estaba cubierto <strong>de</strong> rayas <strong>de</strong>ntadas, curvas y manchas rojas. La zona <strong>de</strong>l otro<br />

lado <strong>de</strong>l sen<strong>de</strong>ro don<strong>de</strong> se <strong>de</strong>tuvo el día anterior estaba ro<strong>de</strong>ada por docenas <strong>de</strong><br />

círculos.<br />

Ella no había hecho aquellas marcas. Sin embargo, se miró los <strong>de</strong>dos como si<br />

esperase ver manchas rojas en las yemas. El día anterior el mapa estaba impoluto, y<br />

ahora parecía que lo hubieran plegado una y otra vez, pintarrajeado y garabateado<br />

en algún código disparatado.<br />

Ella no lo había hecho. No podía haberlo hecho.<br />

Respirando con dificultad, se precipitó al cajón <strong>de</strong> la cocina y lo abrió <strong>de</strong> un<br />

tirón. Allí, justo don<strong>de</strong> lo había puesto, estaba su rotulador rojo. Con <strong>de</strong>dos<br />

temblorosos, le quitó la tapa y vio que la punta estaba embotada y aplanada.<br />

Pero antes no lo estaba. Se lo había comprado al señor Drubber hacía pocos<br />

días.<br />

Con mucho cuidado volvió a colocar la tapa y <strong>de</strong>jó el rotulador en el cajón.<br />

Cerró el cajón. Luego se volvió con la espalda contra la pared y observó el<br />

apartamento.<br />

No había nada fuera <strong>de</strong> su sitio. Se daría cuenta. Si hubiesen movido un libro<br />

un solo centímetro lo sabría. Pero todo estaba exactamente tal como lo había <strong>de</strong>jado<br />

por la mañana. Cuando salió y cerró la puerta con llave.<br />

Había comprobado la cerradura dos veces. Tal vez tres.<br />

Volvió a mirar el mapa que estaba en el suelo. ¿Ella había hecho aquello? En<br />

algún momento <strong>de</strong> la noche, entre las pesadillas y los estremecimientos, ¿se había<br />

levantado y había sacado el rotulador <strong>de</strong>l cajón?<br />

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