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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

antes <strong>de</strong> que hiciésemos una <strong>de</strong>tención.<br />

Fue hasta la mesa y cogió el vaso <strong>de</strong> plástico lleno <strong>de</strong> agua y la píldora que<br />

había <strong>de</strong>jado preparada. —Quiero que se tome esto.<br />

—No.<br />

—Es una <strong>de</strong> las suyas, para la ansiedad. Pue<strong>de</strong> que le venga bien, y a<strong>de</strong>más<br />

quiero que encuentren fármacos en su organismo. Va a tomársela, Reece, por las<br />

buenas o por las malas.<br />

Ella se tomó el vaso <strong>de</strong> agua y la píldora.<br />

Satisfecho, Rick se sentó con las manos apoyadas en las rodillas.<br />

—Esperaremos unos minutos a que le haga efecto y luego nos pondremos<br />

manos a la obra. Lamento que hayamos llegado a esto, la verdad. Brody era amigo<br />

mío, y no tengo nada contra usted. Pero <strong>de</strong>bo proteger a mi familia.<br />

—¿La protegía cuando se acostaba con Deena Black?<br />

El rostro <strong>de</strong> Rick se tensó, pero asintió.<br />

—Cometí un error. Un error humano. Quiero a mi mujer y a mis hijas. No hay<br />

nada más importante. Pero existen necesida<strong>de</strong>s, eso es todo. Dos o tres veces al año<br />

me ocupo <strong>de</strong> esas necesida<strong>de</strong>s. Nada <strong>de</strong> eso afectó nunca a mi familia. Yo diría que<br />

eso me hacía mejor marido, mejor padre, mejor hombre.<br />

«Cree realmente en lo que dice», pensó Reece. ¿Cuántas personas se convencían<br />

a sí mismas <strong>de</strong> que ser infiel era algo honroso?<br />

—Se ocupaba <strong>de</strong> ellas con Deena.<br />

—Una noche. Tenía que ser una sola noche. ¿Qué más le daba a nadie? Solo<br />

sexo, eso era todo. Cosas que un hombre necesita pero que no quiere que su mujer<br />

haga. Una noche como otras muchas. Pero no pu<strong>de</strong> parar. Algo <strong>de</strong> ella se metió en<br />

mí. Como una enfermedad. Necesitaba estar con ella, y durante un tiempo creí,<br />

supongo que creí, que aquello era amor. Y que podía tenerlas a las dos.<br />

—La oscuridad y la luz —dijo Reece.<br />

—Exactamente —confirmó él, sonriendo con terrible tristeza—. Le di a Deena<br />

cuanto pu<strong>de</strong>. Ella siempre quería más. Quería lo que yo no podía darle. Que <strong>de</strong>jase a<br />

Debbie, que <strong>de</strong>jase a mis hijas atrás. Yo nunca iba a hacer eso, nunca iba a per<strong>de</strong>r a<br />

mi mujer y a mis hijas. Tuvimos una pelea, una pelea tremenda, y <strong>de</strong>sperté. Pue<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>cirse que <strong>de</strong>sperté <strong>de</strong> un largo sueño oscuro. Rompí con ella <strong>de</strong> inmediato.<br />

—Pero ella no quiso aceptarlo.<br />

«Despierta, Brody —pensó Reece, agobiada—. Despierta y dime qué <strong>de</strong>bo<br />

hacer.»<br />

—No <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> llamarme. Quería dinero. Diez mil dólares o se lo contaba a mi<br />

mujer. Yo no tenía tanto dinero y se lo dije. Dijo que más me valía encontrarlo si<br />

quería conservar mi feliz hogar. ¿Cómo se siente? ¿Más tranquila?<br />

—Lo vi junto al río. Lo vi matarla.<br />

—Solo pretendía razonar con ella. Le dije que viniese aquí. Solía traerla aquí, a<br />

la cabaña, mientras duró aquel largo sueño oscuro. Pero cuando vino, no pu<strong>de</strong> hablar<br />

con ella aquí, aquí no, otra vez no. Tal vez <strong>de</strong>bería tomar dos píldoras <strong>de</strong> esas.<br />

—La llevó al río.<br />

— 340 —

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