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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS ÁNGELES CAÍDOS<br />

Capítulo 17<br />

Brody vio las manchas en los puntos <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s y el suelo que Reece había<br />

tratado <strong>de</strong> limpiar con la toalla mojada, ahora tirada en la bañera. Imaginó que la<br />

toalla sería irrecuperable, algo que la disgustaría cuando estuviese lo bastante<br />

tranquila para pensar en ello.<br />

La muchacha había arrancado el dibujo <strong>de</strong>l espejo, en el que habían quedado<br />

triángulos rotos <strong>de</strong> papel y cinta adhesiva, había hecho una bola con él y lo había<br />

arrojado a la papelera situada junto al lavabo.<br />

Podía imaginar cómo <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> haber sido aquello para ella. La veía frenética,<br />

agarrando la toalla y echándola en el lavabo para empaparla <strong>de</strong> agua. Frotando,<br />

frotando y frotando mientras el agua goteaba y salpicaba, mientras el aliento le<br />

brotaba <strong>de</strong>l pecho en forma <strong>de</strong> ja<strong>de</strong>os y sollozos.<br />

Y aun así, el mensaje podía leerse claramente, más <strong>de</strong> una docena <strong>de</strong> veces.<br />

¿SOY YO?<br />

—No recuerdo haberlo hecho.<br />

Brody continuó observando las pare<strong>de</strong>s sin volverse a mirarla.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> está el rotulador rojo?<br />

—No... no lo sé. Debo <strong>de</strong> haberlo guardado.<br />

Ofuscada por el dolor <strong>de</strong> cabeza y las lágrimas, fue a la cocina y abrió un cajón.<br />

—No está.<br />

Llevada por otro arrebato <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación, revolvió el interior <strong>de</strong>l cajón y<br />

luego abrió <strong>de</strong> un tirón otro, y otro más.<br />

—Para.<br />

—No está. Me lo habré llevado y lo habré tirado por ahí. No me acuerdo. Igual<br />

que las otras veces.<br />

Los ojos <strong>de</strong> Brody la miraron con más atención, pero habló con la misma voz <strong>de</strong><br />

antes, tranquila y firme.<br />

—¿Qué otras veces?<br />

—Creo que voy a vomitar.<br />

—No vas a vomitar.<br />

Reece cerró <strong>de</strong> golpe el cajón, y sus ojos, enrojecidos <strong>de</strong> tanto llorar, <strong>de</strong>spidieron<br />

chispas.<br />

—No me digas lo que voy a hacer y lo que no.<br />

—No vas a vomitar —repitió él mientras se le acercaba y la tomaba por el<br />

brazo—, porque no me has hablado <strong>de</strong> las otras veces. Vamos a sentarnos.<br />

—No puedo.<br />

—Vale, pues nos quedaremos <strong>de</strong> pie. ¿Tienes coñac?<br />

— 190 —

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