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Grimberg, Carl - El alba de la civilizacion - bibliotecas morelos

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presentes ante <strong>la</strong> corte, "qué <strong>de</strong>silusión, no había oro". Todos lloraron amargamente y el<br />

pobre futuro suegro "sintió encogérsele el corazón" y "quedó sorprendido por <strong>la</strong><br />

conducta <strong>de</strong> su hermano". Naturalmente, no podía ce<strong>de</strong>r su hija a Amenofis antes <strong>de</strong> que<br />

éste no se hubiese redimido con ricos presentes que "rehabilitaran a su hermano ante los<br />

ojos <strong>de</strong> sus hombres".<br />

Esta carta tuvo consecuencias favorables para su majestad Dusrata. En <strong>la</strong><br />

embajada siguiente, <strong>la</strong> generosidad <strong>de</strong>l faraón le llenó <strong>de</strong> felicidad, y <strong>la</strong> princesa fue<br />

llevada inmediatamente a Tebas. Y, dice el faraón, "mi corazón se alegró cuando <strong>la</strong> vi.".<br />

Regateos diplomáticos<br />

Así, pues, todo iba bien. Cuando Amenofis, ahora ya muy anciano, cayó enfermo,<br />

su suegro le envió una estatua <strong>de</strong> <strong>la</strong> divinidad asirio-babilónica Istar, diosa <strong>de</strong>l Amor y<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> Vida, para que lo protegiera en <strong>la</strong> enfermedad y con el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> que Istar<br />

concediera a Amenofis una vida <strong>de</strong> cien mil años. Pero el suegro nada <strong>de</strong>jaba al azar y<br />

rogó a Amenofis que no se olvidara <strong>de</strong> <strong>de</strong>volverle <strong>la</strong> estatua, pues "Istar es mi diosa y no<br />

<strong>la</strong> diosa <strong>de</strong> mi hermano".<br />

Amenofis III hizo también proposiciones <strong>de</strong> matrimonio a <strong>la</strong> corte <strong>de</strong> Babilonia,<br />

que el rey aceptó a condición <strong>de</strong> obtener como contrapartida <strong>la</strong> mano <strong>de</strong> una princesa<br />

egipcia y recibir oro, "tanto como fuera posible", para <strong>de</strong>corar el nuevo pa<strong>la</strong>cio que<br />

estaba construyendo. Pero el faraón tenía su amor propio y respondió a su hermano que<br />

"¡nunca jamás hasta entonces había sido concedida una hija <strong>de</strong>l rey <strong>de</strong> Egipto a un<br />

vasallo extranjero!" Lo que no fue muy <strong>de</strong>l agrado <strong>de</strong> su majestad babilónica, que<br />

manifestó ruidosamente su disgusto. Pero al mismo tiempo, el ingenuo rey <strong>de</strong> Babilonia<br />

aseguró al faraón que se contentaría con otra egipcia, con tal que fuera bel<strong>la</strong>, si<br />

Amenofis proc<strong>la</strong>maba que era hija <strong>de</strong>l rey, pues nadie se atrevería a poner en duda <strong>la</strong><br />

pa<strong>la</strong>bra <strong>de</strong>l faraón. "Pero —continúa <strong>la</strong> carta— si no me dieseis una mujer egipcia ni me<br />

mandaseis oro a continuación, per<strong>de</strong>rías mi trato <strong>de</strong> hermano, mi amistad y conservaría<br />

aquí a <strong>la</strong> mujer que os iba a enviar." <strong>El</strong> faraón le mandó oro, pero <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>;<br />

aunque se trataba <strong>de</strong> 3.000 talentos, su majestad babilónica respondió que "no puedo<br />

aceptar el presente. Os lo <strong>de</strong>vuelvo. No os daré mi hija por esposa".<br />

<strong>El</strong> faraón se apresuró a enviar ricos presentes a su hermano: lechos, sil<strong>la</strong>s y<br />

muebles con incrustaciones <strong>de</strong> oro, y p<strong>la</strong>ta para adornar el nuevo pa<strong>la</strong>cio. Y prometía<br />

mandarle muchas otras cosas más, "todo lo que tiene valor a vuestros ojos", <strong>de</strong>spués que<br />

<strong>la</strong> princesa hubiera llegado a Egipto.<br />

Algunas nubes ensombrecieron <strong>la</strong> amistad con los reyes <strong>de</strong> Babilonia, sobre todo<br />

cuando el faraón no mandó todo el oro que <strong>de</strong>seaban o averiguaron que el oro egipcio<br />

era <strong>de</strong> pocos qui<strong>la</strong>tes y no valía ni <strong>la</strong> cuarta parte <strong>de</strong> lo que pretendía el faraón. En<br />

verdad, no andaba éste acertado haciendo tales cosas y <strong>de</strong>bía compren<strong>de</strong>r que le<br />

interesaba mucho más ser respetado por su riqueza. ¿Por qué, pues, se exponía a per<strong>de</strong>r<br />

su amistad con los reyes <strong>de</strong> los países vecinos?<br />

Templos funerarios<br />

Amenofis III fue un gran constructor, a quien <strong>de</strong>bemos uno <strong>de</strong> los más bellos<br />

monumentos egipcios: el templo <strong>de</strong> Luxor.<br />

También construyó para él un magnífico templo funerario a oril<strong>la</strong>s <strong>de</strong>l Nilo, cerca<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> capital, y lo <strong>de</strong>coró con suntuosidad inaudita. Mas, por <strong>de</strong>sgracia, esta obra <strong>de</strong> arte<br />

http://www.scribd.com/Insurgencia<br />

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