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Hacia una Teologia del Antiguo Testament - Walter C. Kaiser Jr_

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http://es.scribd.com/doc/97117904/<strong>Hacia</strong>-Una-<strong>Teologia</strong>-Del-<strong>Antiguo</strong>-<strong>Testament</strong>o-<strong>Walter</strong>-c-<strong>Kaiser</strong>-Hijo<br />

geográfico que Israel ocupaba era un énfasis tan obvio en las predicciones de la promesa que esto era<br />

todo lo que significaba: estas predicciones fueron simplemente las aspiraciones demográficas y<br />

políticas de la nación de Israel como la visión de algunos trovadores proféticos de Israel. Por<br />

consiguiente, todos los demás intentos de aplicar esta promesa a la iglesia o a Jesucristo eran falsos y<br />

muy lejos de cualquier cosa que los profetas jamás intentaron. No obstante, tal conclusión no toma<br />

en serio el AT ni mucho menos las realidades históricas.<br />

Por otro lado, muchos intérpretes cristianos yerran en la misma manera, lo único que en el lado<br />

opuesto de la promesa. Negaron que en la promesa quedara algo para el Israel nacional ahora que<br />

llegó la Era Cristiana. Sin embargo, Willis J. Beecher, de la facultad de Princeton, a principio <strong>del</strong><br />

siglo veinte comentó:<br />

Si el intérprete cristiano insiste en excluir al Israel étnico en su concepción <strong>del</strong> cumplimiento o con relación a<br />

la parte de Israel en el asunto como simplemente preparatorio y no eterno, viene a entrar en conflicto con el<br />

claro testimonio de ambos testamentos [y ahora podemos añadir: «con la historia también»] … Interpretadas<br />

como es debido, las declaraciones bíblicas incluyen ambas cosas: Israel, la raza con la que el pacto es eterno,<br />

y también el Cristo personal y su misión con el Israel espiritual de los redimidos de todas las épocas. El Nuevo<br />

<strong>Testament</strong>o enseña esto como <strong>una</strong> doctrina cristiana, llevando a los hombres al arrepentimiento y edificación;<br />

y el <strong>Antiguo</strong> <strong>Testament</strong>o lo enseña como <strong>una</strong> doctrina mesiánica llevando a los hombres al arrepentimiento y<br />

la edificación … La exclusiva interpretación judía y la exclusiva interpretación cristiana son igualmente<br />

falsas. Cada <strong>una</strong> acertada en lo que afirma y equivocada en lo que niega. 3<br />

La promesa entonces fue nacional y cosmopolita. Israel todavía recibiría lo que Dios<br />

incondicionalmente prometió: ser <strong>una</strong> nación, reino davídico, tierra y riqueza. Aunque también las<br />

naciones de la tierra recibirían la bendición prometida en la simiente de Abraham. En realidad, el<br />

mismo fin de la tierra se tornaría al Señor (Sal 72:11, 17). Tal implicación cosmopolita de esta<br />

promesa sería más tarde el asunto a tratar en el concilio de Jerusalén en Hechos 15 y Pablo lo haría<br />

parte de su discusión <strong>del</strong> plan redentor de Dios en Romanos 9–11.<br />

Por lo tanto, concluimos que la promesa de Dios en los profetas fue un plan único y unificado<br />

que era eterno en su alcance y cumplimiento aunque hubo estancamientos decadentes a través <strong>del</strong><br />

camino de la historia de su desarrollo. En su constitución fue acumulativa. En su alcance fue tanto<br />

nacional como cosmopolita al estar Israel y todas las tribus, pueblos y naciones vinculados por fe en<br />

un solo programa. Tal doctrina <strong>del</strong> Mesías y las características que le acompañaban era, según E.<br />

Jenni, 4 sin ning<strong>una</strong> contrapartida real en la antigua literatura o ideología <strong>del</strong> Oriente Próximo.<br />

La promesa en el noveno siglo<br />

La división <strong>del</strong> reino después de los días de David y Salomón fue la primera en <strong>una</strong> serie de crisis<br />

que Israel enfrentaría como resultado de los efectos destructivos <strong>del</strong> pecado. Las tormentosas nubes<br />

<strong>del</strong> juicio divino continuarían juntándose, mientras un ejército de videntes proféticos suplicaba a las<br />

diez tribus <strong>del</strong> norte («Efraín» y con más frecuencia solo «Israel») y las dos tribus <strong>del</strong> sur<br />

(«Benjamín» y más frecuentemente solo «Judá» representando a ambas) que se arrepintieran y<br />

abandonaran el ruinoso curso que tomaron. Sin embargo, como la nación seguía endurecida y<br />

resuelta en su preferencia por la maldad idolátrica y rebelión en contra de Dios, los profetas<br />

declararon con creciente precisión que el pueblo de Dios debe <strong>una</strong> vez más experimentar primero el<br />

crisol <strong>del</strong> juicio divino antes de recibir libertad y que al final se le permitiera cumplir su verdadero<br />

destino. Así la presente forma de la divina institución de la nación tenía que juzgarse, pero a esto le<br />

seguiría otro nuevo día, nuevo siervo, nuevo pacto y nuevo triunfo de Dios.<br />

La primera señal de este nuevo desarrollo apareció en Elias y Elíseo (1 R 17–2 R 9), cuyas<br />

participaciones directas en la arena política <strong>del</strong> reino <strong>del</strong> norte fueron más prominentes en sus<br />

3<br />

Íbid. p. 383.<br />

4<br />

E. Jenni, «Messiah» [Mesías], Interpreter’s Dictionary of the Bible, 4 tomos, Abingdon, Nashville, TN, 1962,<br />

tomo 3, p. 361.<br />

http://es.scribd.com/Benami_77

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