20.09.2015 Views

Hacia una Teologia del Antiguo Testament - Walter C. Kaiser Jr_

  • No tags were found...

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

http://es.scribd.com/doc/97117904/<strong>Hacia</strong>-Una-<strong>Teologia</strong>-Del-<strong>Antiguo</strong>-<strong>Testament</strong>o-<strong>Walter</strong>-c-<strong>Kaiser</strong>-Hijo<br />

histórica revisión de 20:1–31 con su repetida frase «Decidí actuar en honor a mi nombre, para que no<br />

fuera profanado ante las naciones entre las cuales viviían los israelitas» (20:9, 14, 22).<br />

Sin embargo, desde el mismo principio, Ezequiel aclaró que a pesar <strong>del</strong> profundo pecado de<br />

Israel, Yahvé se acordaría de su pacto con la nación tal y como lo prometió hacer en los días de su<br />

juventud (Ez 16:60):<br />

Sin embargo, yo sí me acordaré de la alianza que hice contigo en los días de tu infancia, y estableceré (hēq m:<br />

[1] para establecer lo que aún no está en pie o [2] hacer quedar en pie, ratificar, estabilizar, resucitar lo que ya<br />

está allí) contigo <strong>una</strong> alianza eterna.<br />

En este caso «estableceré» se entiende mejor por el significado <strong>del</strong> número 2 que era <strong>una</strong><br />

ratificación de lo que ya estaba allí. Como es natural, haría falta juzgar la nación por su pecado como<br />

Ezequiel 16:59 nota:<br />

Te daré tu merecido, porque haz menospreciado el juramento (l e hāp ēr, el l e de circunstancias concomitantes)<br />

y quebrantado la alianza.<br />

A pesar de todo, continuarán las promesas y las bendiciones.<br />

La gloria de Yahvé<br />

El trono de Dios domina cada escena y palabra <strong>del</strong> libro de Ezequiel (1:4–28). La visión de este<br />

trono constituye el llamado de Ezequiel mientras estaba sentado por el «río» Quebar y su<br />

magnificencia era suficiente para asegurar al profeta que al igual que el carro celestial <strong>del</strong> trono de<br />

Dios podría fácilmente traer su presencia al este, oeste, norte o sur, esa misma presencia de Dios<br />

estaría con él.<br />

La escena era muy similar a la que Juan experimentaría en la isla de Patmos mientras escribía el<br />

libro de Apocalipsis (4–5). Para Ezequiel había <strong>una</strong> bóveda de cristal sosteniendo un trono de zafiro<br />

en el que estaba entronizado teniendo la «semejanza» y «apariencia de un hombre» (1:26). La<br />

bóveda la sostenían cuatro seres vivientes que en turno los asociaron con ruedas que al parecer eran<br />

muy parecidas a las de un escritorio moderno. También eran capaces de doblar en cualquier<br />

dirección sin necesidad <strong>del</strong> mecanismo de un timón. Todo esto lo acentuaban ruidos de relámpagos,<br />

estruendos de truenos y los colores <strong>del</strong> arco iris rodeando toda la escena. Es obvio que la figura<br />

central no era otra que el que estaba entronizado, un personaje sobrecogedor cuya apariencia<br />

irradiaba fuego y resplandor.<br />

En cuanto al significado de todo esto, a Ezequiel se le dijo que esto era «el aspecto de la gloria<br />

<strong>del</strong> SEÑOR» (1:28). Israel conocía bien la relación entre el fuego y la presencia <strong>del</strong> Señor. Moisés la<br />

experimentó en su llamamiento en la zarza ardiendo, Israel vio la columna de fuego en el desierto,<br />

Elías experimentó en el monte Carmelo la poderosa y consumidora presencia de Dios. Es más,<br />

solamente Daniel (7:9ss.) describiría en detalle su encuentro con el «Anciano de días». Aun así, <strong>una</strong><br />

cosa era cierta, el puro peso, gravedad (kāḇēḏ, ser «pesado», por consiguiente, glorificar) de su<br />

presencia evocaba <strong>una</strong> actitud de adoración en Ezequiel (1:28b) porque sintió que estaba en la<br />

inmediata presencia de Dios. Este encuentro con Yahvé confortaría y dirigiría al profeta así como le<br />

daría forma a todo su mensaje. Dios triunfaría a pesar de las más trágicas fallas de Israel. Su promesa<br />

no moriría, seguiría a<strong>del</strong>ante.<br />

La presencia de Dios continuaría con su profeta, con su promesa, con el remanente y con su reino<br />

venidero. Sin embargo, su presencia dejaría su lugar de residencia donde habitó desde los días de la<br />

peregrinación de Israel. Cuando a Ezequiel lo transportaron en <strong>una</strong> visión al templo de Jerusalén<br />

(8:2–4) y allí fue testigo presencial de los horribles pecados de Judá llevados a cabo en la misma casa<br />

de Dios, se hizo evidente que la gloría de Dios no podría permanecer más allí. Había allí tales<br />

indecibles desatinos como «la imagen <strong>del</strong> celo» (¿postes de la diosa Asera? Cf. 2Cr 33:7, 15) erigida<br />

en el templo (8:3b), adoración de animales (vv. 7–13), mujeres llorando en mágica simpatía por<br />

Tamuz el dios sumerio de la vegetación (vv. 14–15), adoración <strong>del</strong> sol (vv. 16–18).<br />

http://es.scribd.com/Benami_77

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!