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Hacia una Teologia del Antiguo Testament - Walter C. Kaiser Jr_

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http://es.scribd.com/doc/97117904/<strong>Hacia</strong>-Una-<strong>Teologia</strong>-Del-<strong>Antiguo</strong>-<strong>Testament</strong>o-<strong>Walter</strong>-c-<strong>Kaiser</strong>-Hijo<br />

Por su gracia Dios proveyó tanto como cuatro décadas de predicación profética antes de esta<br />

calamidad <strong>del</strong> siglo octavo, pero fue todo sin éxito. Incluidos en este grupo de pregoneros estaban<br />

Amós, Oseas, Jonás, Miqueas y, el mayor de todos, Isaías. Algunos de ellos empezaron sus<br />

advertencias y promesas cuando la nación aún la inundaban los éxitos de Jeroboán II y el expandido<br />

territorio, riquezas y lujo que trajo su reinado. El rico perseguía al pobre y favorecía en los trib<strong>una</strong>les<br />

a los culpables de su propia clase. Y todos al igual carecían de credibilidad cuando trataban de<br />

caminar sincréticamente con Baal y Yahvé. Las prácticas religiosas vinieron a ser <strong>una</strong> cubierta para<br />

toda clase de pecados de inmoralidad, injusticia y lujurias, juicio o arrepentimiento tenía que ocurrir,<br />

o Dios no tendría más credibilidad.<br />

Reconstrucción de la choza caída de David: Amós<br />

Para tiempos como estos Dios preparó un pastor y cosechador de higos silvestres <strong>del</strong> pueblo de<br />

Tecoa, al sudeste de Jerusalén en «la frontera salvaje» de Judá. A este sureño lo enviaron al norte en<br />

algún tiempo alrededor de 760–745 a.C. con un urgente mensaje de juicio y salvación.<br />

La historia <strong>del</strong> ministerio de Amós se expresó con claridad en tres secciones: (1) en 1:1–2:6 rugió<br />

en contra de Israel y sus vecinos por la falta de justicia mutua y hacia Dios mismo; (2) en 3:1–6:14<br />

manda a Israel a buscar a Dios (5:4, 6, 14) o alistarse para encontrarse cara a cara con él (4:12); y (3)<br />

en 7:1–9:15 recibe cinco visiones ofreciendo primero algún escape, pero entonces los endurece en<br />

<strong>una</strong> vía sin escape, excepto por la oferta escatológica de esperanza frente a la segura presente<br />

condenación.<br />

Era evidente que Amós veía a Dios como soberano Señor sobre toda la tierra. No solamente era<br />

el libertador de Israel de los egipcios y amorreos (Am 2:9–10), sino que dirigió éxodos adicionales<br />

(9:7): los filisteos de Caftor, los sirios de Kir, estos juntos con los etíopes fueron singularmente<br />

favorecidos por Yahvé. Por consiguiente, todas las naciones tenían que satisfacer sus normas de<br />

justicia. Cada nación que no vivió según esa norma estaba condenada, no por sus dioses, sino por el<br />

único Dios, Yahvé. Amós señaló la lista de las quejas divinas contra estas naciones: barbarismo en la<br />

guerra por parte de Damasco (1:3–5) y Amón (vv. 13–15), ataques para hacer esclavos y tráfico de<br />

esclavos por los filisteos (vv. 6–8) y Tiro (vv. 9–10), la hostilidad de Edom contra su hermano Jacob<br />

(vv. 11–12), la profanación moabita de los huesos <strong>del</strong> rey pagano edomita (2:1–3), rechazo de la ley<br />

de Dios por parte de Judá (vv. 4–5) y las desviaciones morales de las diez tribus <strong>del</strong> norte (vv. 6–16).<br />

Es mejor que todas las naciones aprendan tan rápido como sea posible que la norma establecida por<br />

el carácter y ley de Yahvé marca la norma por la que el justo reino de Dios juzgará umversalmente a<br />

todas las naciones.<br />

Este Señor de la historia era un soberano gobernador por derecho de creación. En tres himnos,<br />

Amós elogia la grandeza de aquel «que forma las montañas, el que crea el viento, el que revela al<br />

hombre sus designios» (Am 4:13; cf. 5:8–9; 9:5–6). En verdad, el Señor de los Ejércitos era su<br />

nombre. Todavía era más que creador. También era el que controlaba la historia y los destinos <strong>del</strong><br />

hombre. Si solo escuchaban, su uso <strong>del</strong> hambre, las sequías, el deterioro, las pestilencias y la guerra<br />

podría tener un propósito redentor porque cuando el hombre no atendía a los preceptos de la palabra<br />

de sus siervos, los profetas, quizá atenderían a su castigo dejado uno en el otro, no tanto en<br />

retribución por sus pecados como por captar su atención. Nótese la serie de cinco castigos en Amós<br />

4:6–11. Caen como las campanadas de la endecha de un funeral, <strong>una</strong> tras otra, con el aun más triste<br />

estribillo después de cada golpe <strong>del</strong> juicio divino: «Con todo, ustedes no se volvieron a mí, afirma el<br />

Señor» (4:6b, 8b, 9b, 10b, 11b). Y entonces vino el final y más devastador golpe de todos: «Por eso<br />

… ¡prepárate, Israel, para encontrarte con tu Dios!» (4:12). Es como si el árbitro contara al luchador<br />

en el suelo: uno … dos … tres … cuatro … cinco … y entonces dijera: «¡Fuera!» En realidad, esto<br />

fue en realidad ese encuentro con Dios: ¡el fin <strong>del</strong> reino <strong>del</strong> norte! A Israel y Judá juntos se les<br />

advirtió que tal era el método de Dios en su trato con los hombres. Recibieron las advertencias de<br />

tales alternativas en <strong>una</strong> combinación de juicios o bendiciones, dependiendo de cuáles fueran sus<br />

respuestas, tanto tiempo atrás como en el canon en Levítico 26 y Deuteronomio 28. En efecto, parte<br />

http://es.scribd.com/Benami_77

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