Hacia una Teologia del Antiguo Testament - Walter C. Kaiser Jr_
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http://es.scribd.com/doc/97117904/<strong>Hacia</strong>-Una-<strong>Teologia</strong>-Del-<strong>Antiguo</strong>-<strong>Testament</strong>o-<strong>Walter</strong>-c-<strong>Kaiser</strong>-Hijo<br />
la limpieza venía después de la santidad. Eso puede ser bueno, pero la palabra <strong>del</strong> texto era pureza<br />
interior no limpieza exterior.<br />
Para decirlo simplemente, limpio (puro) significaba que el adorador estaba calificado para<br />
encontrarse con Yahvé; inmundo significa que carecía de las calificaciones necesarias para venir ante<br />
el Señor. Esta doctrina estaba íntimamente ligada a la enseñanza de la santidad: «Sed santos» urgía el<br />
texto <strong>una</strong> y otra vez, porque «Yo el Señor tu Dios soy Santo». De igual manera, santidad en su<br />
aspecto positivo era integridad: <strong>una</strong> vida dedicada por entero a Dios y apartada para él.<br />
Muchas de las acciones básicas de la vida lo dejan a uno sucio. Alg<strong>una</strong>s de ellas a menudo son<br />
inevitables (tales como atender a un muerto o dar a luz), pero de ningún modo lo hacen a uno<br />
inmundo. En vez de usar esta palabra como su rúbrica para enseñar higiene o normas sanitarias,<br />
Moisés la usó para fijar en la mente <strong>del</strong> adorador «lo más allá» en el ser y la moralidad de Dios<br />
cuando se le compara con los hombres.<br />
¿No le dijo Dios a Moisés que se quitara las sandalias de sus pies porque el terreno que pisaba<br />
era santo? ¿Y por qué es esto así? ¿No era la actitud interna <strong>del</strong> corazón de Moisés <strong>una</strong> preparación<br />
suficiente para encontrar a Dios como era debido? ¡Es obvio que no! La preparación adecuada para<br />
la adoración conduce también a actos externos que incluyen toda la persona, no solo su corazón.<br />
Mientras que el lugar de honor se le da a un corazón sincero y arrepentido, la humanidad aún debía<br />
tener un panorama total cuando se preparaba para encontrarse con Dios. Era radicalmente diferente a<br />
los hombres en general.<br />
Sin embargo, no se dejó sin remedio a los transgresores. El compañerismo con Dios se<br />
condicionaba solo a la fe en él y en lo que prometió; si se quebrantaba por el pecado, se rectificaba<br />
por el perdón de Dios sobre la base de un rescate según lo ordenaba Dios. El principio era: «La vida<br />
de la carne está en la sangre, y te la he dado sobre el altar para hacer expiación por vuestras almas»<br />
(Lv 17:11). Por eso Dios mismo brindó los medios para tratar con el pecado en el sistema de<br />
sacrificios.<br />
No todos los sacrificios resolvían el problema de la interrupción <strong>del</strong> compañerismo entre Dios y<br />
el hombre. Algunos como los de paz y las ofrendas de compañerismo eran tiempos preciosos de<br />
compartir unos con los otros las dádivas de Dios en su presencia. Sin embargo, otros, como las<br />
ofrendas <strong>del</strong> todo quemadas, ofrendas por el pecado u ofrendas por la culpa, se ofrecieron<br />
específicamente por la interrupción causada por los dañinos efectos <strong>del</strong> pecado.<br />
El perdón no era ni podía ser barato precisamente como el perdón humano necesitaba que alguien<br />
pagara si la realidad <strong>del</strong> perdón iba a ser más que <strong>una</strong> frase hecha. De la misma manera el perdón<br />
divino necesitaba lo mismo. Y ese pago estaba involucrado en la teología de la expiación (la raíz<br />
hebrea es kpr).<br />
Hay cuatro palabras básicas hebreas que usan kpr: un «león», <strong>una</strong> «aldea», «calafatear» o untar<br />
un barco con brea como en el arca de Noé y «redimir» usando un sustituto. Es esta cuarta raíz de kpr,<br />
kipper es la que nos interesa aquí.<br />
Algunos argumentan que la cuarta palabra se relaciona con la tercera, «calafatear» y con las<br />
palabras cognadas <strong>del</strong> Oriente Próximo que significan «cubrir». Aun así, el uso <strong>del</strong> hebreo es<br />
diferente. La forma <strong>del</strong> nombre indicaba con claridad que siempre se refería a un sustituto de <strong>una</strong> u<br />
otra clase (p.ej. Éx 21:30; 30:12; Nm 35:31–32; Sal 49:8; Is 43:3–4). 23 De aquí que el verbo<br />
23<br />
Leon Morris, The Apostolic Preaching of the Cross [La predicación apostólica de la cruz], Eerdmans, Grand<br />
Rapids, 1955, MI. pp. 160–78; y J. Hermann, «Kipper and Kopper», Theological Dictionary of the New<br />
<strong>Testament</strong> [Diccionario teológico <strong>del</strong> Nuevo <strong>Testament</strong>o], 9 tomos, Gerhard Kittel, ed., y G.W. Bromiley,<br />
trad., Eerdmans, Grand Rapids, MI, 1965, tomo 3, pp. 303–10. Hermann concluyó diciendo: «Sería inútil<br />
negar que la idea de la sustitución está presente hasta cierto punto», p. 310.<br />
http://es.scribd.com/Benami_77