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Hacia una Teologia del Antiguo Testament - Walter C. Kaiser Jr_

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http://es.scribd.com/doc/97117904/<strong>Hacia</strong>-Una-<strong>Teologia</strong>-Del-<strong>Antiguo</strong>-<strong>Testament</strong>o-<strong>Walter</strong>-c-<strong>Kaiser</strong>-Hijo<br />

Los intérpretes y teólogos <strong>del</strong> AT no siempre aprecian la importancia tanto <strong>del</strong> significado como<br />

de los conceptos de solidaridad colectiva en los términos «mi hijo» y «mi primogénito». «Simiente»<br />

es un término colectivo que apareció por primera vez en Génesis 3:15 como <strong>una</strong> persona<br />

representativa tanto <strong>del</strong> grupo completo identificado con él, como con la persona representativa<br />

última o final que habría de venir. Así «mi hijo» y «mi primogénito» actúan en la misma capacidad<br />

dual. Eran términos colectivos que representaban e incluían a Aquel que habría de venir y a los<br />

muchos que ya creían en él.<br />

Por lo tanto, los lectores <strong>del</strong> NT no se deberían sorprender cuando se usan los mismos términos<br />

para referirse a Jesús, el Mesías. A él también se le llamó por los que llegaron a ser por aquel<br />

entonces términos técnicos. A él también lo sacaron de Egipto y a él se le dio el mismo término<br />

característico «mi hijo» (Mt 2:15 cf. Os 11:1). Más aun, era el «primogénito», prōtotokos (Ro 8:29;<br />

Col 1:15, 18; Heb 1:6; Ap 1:5). Y compartió con todos los creyentes el título prōtotokoi como<br />

ocurrió en el AT para todo Israel (Heb 12:23). La continuidad de términos, identidades y significados<br />

a través de los dos testamentos es más que un simple accidente. Es <strong>una</strong> evidencia notable de un<br />

programa singularmente planeado y de un pueblo de Dios único y unificado.<br />

Mi pueblo, mi posesión<br />

Israel era más que <strong>una</strong> familia o que el hijo de Dios; Israel llegó a ser también <strong>una</strong> gôy, «nación» (Éx<br />

19:6). Este hecho se mostró primero cuando el Señor le dijo a Moisés en la zarza ardiente: «He visto<br />

la aflicción de mi pueblo que está en Egipto» (3:7). Este título lo repitió Moisés al faraón en la<br />

demanda categórica de Dios: «Deja ir a mi pueblo» (Éx 5:1; 7:14; 8:1, 20; 9:1; 10:3). El que se le<br />

llamara un «pueblo» (‘am) 2 significaba que era un grupo social étnico con suficiente fuerza y unidad<br />

para que se le considerara como <strong>una</strong> totalidad corporativa. Con todo, estaba tan íntimamente ligado a<br />

Yahvé que él los llamó «mi pueblo».<br />

La lealtad de Yahvé para con su pueblo se hizo evidente en los sucesos de las plagas, el éxodo y<br />

el viaje por el desierto. Israel se iba a librar de la servidumbre a faraón para que pudiera servir al<br />

Señor. Sin embargo, cuando el monarca egipcio se negó sin cesar a ceder a las demandas de Yahvé,<br />

el poder <strong>del</strong> Señor (llamado «el dedo de Dios» en Éxodo 8:19 [cf. Éx 31:18; Sal 8:3; Lc 11:20]) se<br />

desató en grados crecientes de severidad contra faraón, su pueblo, sus tierras y bienes.<br />

Sin embargo, el objetivo no era un simple castigo como desquite por la obstinación <strong>del</strong> faraón.<br />

Las plagas tuvieron un propósito salvífíco para Israel y para Egipto. Estaban destinadas a convencer<br />

al faraón que en verdad Yahvé habló y que se le debía temer y obedecer; Israel no tuvo otra opción ni<br />

tampoco los egipcios.<br />

¿Era este un Dios patriota e injustamente parcial hacia Israel en detrimento de la economía de los<br />

egipcios? iEn manera alg<strong>una</strong>! El texto insiste en que sus plagas tuvieron también <strong>una</strong> apelación<br />

evangelística para los egipcios. Cada catástrofe se produjo para que «ustedes [los egipcios] puedan<br />

conocer que yo soy el Señor en medio de la tierra» (Éx 8:22); «que [tú] puedas saber que no hay otro<br />

como yo en toda la tierra» (9:14; cf. 8:10); «para mostrarte el poder de [Dios] para que [su] nombre<br />

se declare a través de toda la tierra» (9:16); y «que [tú] puedas saber que toda la tierra pertenece al<br />

Señor … [y que puedas temer a] la presencia de Jehová Dios» (vv. 29–30).<br />

Los dioses egipcios no eran dioses realmente. Solo Yahvé era Dios; y lo era en toda la tierra, no<br />

solo en el territorio de los patriarcas de Harán o Canaán. Su nombre y su poder deben publicarse por<br />

toda la tierra de modo que todas las naciones puedan «temerle» esto es, «creer en él». Y así lo<br />

hicieron algunos egipcios. Varios de los siervos de faraón «temieron la palabra de Yahvé» (Éx 9:20)<br />

2<br />

Contraste nuestras conclusiones con las de Richard Deutsch, «The Biblical Concept of the “People of God”»<br />

[El concepto bíblico <strong>del</strong> «Pueblo de Dios»], Southeast Asia Journal of Theology [Revista de teología <strong>del</strong><br />

sureste de Asia], 13, 1972, pp. 4–12.<br />

http://es.scribd.com/Benami_77

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