Su historia y su obra

3.— REVOLUCION LIBERAL Y GUERRA
CAMPESINA (1814- 1843)
3.1.— LA POSTRACION ECONOMICA Y LA PUGNA POLITICA (1814-1833)
Los seis años de guerra de la Independencia significaron un desastre demográfico y
económico para toda España, hundiéndose los precios agrícolas, paralizándose casi por
completo el comercio interior, y descendiendo dramáticamente el volumen del exterior (en
1829 llegó a ser la tercera parte de lo que había sido en 1785) con la pérdida del imperio
americano. La agricultura, la ganadería y la industria sufrieron destrucciones masivas, y
todo ello, unido a la propia mortalidad de la guerra y a la provocada por las epidemias y el
hambre, se reflejó en el descenso del ritmo de crecimiento de la población (que sólo
ascendió a los 12 ó 13 millones en 1833 desde los 11 millones y medio que ofrece,
corregidos, los datos del “censo” de 1797). Esta situación general encuadra a un Reino
Valenciano en el que casi todos esos fenómenos tienen su manifestación, y en primer lugar
la permanencia en su demografía de “la tendencia negativa del crecimiento vegetativo”,
ya observada desde fines del siglo XVIII, y reforzada por los desastres de la guerra y por la
difusión de la fiebre amarilla, llegada a Alicante en 1804. Parece indudable que en el
primer tercio del XIX hubo una “pérdida neta de pobladores” (37), aunque sea imposible
fijarla cuantitativamente ante la poca fiabilidad y grandes disparidades de los recuentos;
todo hace pensar, en cualquier caso, que la población valenciana siguió sin rebasar el
millón de almas en las primeras décadas del siglo (38).
El bache demográfico traducía la grave depresión económica en que culminaban
tantos años de dificultades, y que en el campo ha permitido descubrir una relación entre
los años de más aguda escasez de grano y la formación o intensificación de las partidas
rurales (39). A la mala situación campesina contribuyó, sin duda, el restablecimiento del
pago de los derechos señoriales, ordenado por el Rey el 15 de septiembre de 1814 (aunque
no se restablecieron los señoríos jurisdiccionales), según había solicitado la nobleza
valenciana, con lo que los pueblos volvieron al viejo camino de los pleitos contra los
señores. En cuanto a las consecuencias de la guerra para la industria, ya se indicó que de
aquélla data la decadencia de la manufactura sedera, que en vano trató de remediarse con
peticiones en las Cortes, lo que únicamente mostró la contraposición de intereses existentes:
cuando Villanueva pidió, en 1820, que se prohibiese la exportación de seda en bruto, el