Su historia y su obra

ecojo donde nada he esparcido! Pues por eso mismo debias haber dado á los banqueros
mi dinero, para que yo á la vuelta recobrase mi caudal con los intereses. Ya, pues,
quitadle aquel talento y dádselo al que tiene diez.
No hubiera Jesus echado mano de esta parábola, ni aun para el sentido místico que
encierra, si entendida en el literal no encerrase tambien una enseñanza moral y
provechosa: el contraste entre el hombre que cumple con la primera ley impuesta al género
humano, la ley del trabajo y del ahorro, principio de moral y de progreso, y el que vegeta
en la ociosidad, madre fecunda de todos los vicios, ó entregado á la disipacion labra su
propia ruina, contribuyendo al atraso y pobreza de su pais.
Hay en efecto, señores, entre otras virtudes en que predomina un carácter
puramente religioso y moral, y cuya enseñanza y predicacion son más propias del templo
que de este lugar, dos que sobre todo contribuyen á formar el carácter de un pueblo bajo
su aspecto social y económico, dos virtudes no tan frecuentes por desgracia entre nosotros
como seria de desear: el amor al trabajo y la prudente economía. Es el trabajo ley
impuesta por Dios al género humano: comerás el pan con el sudor de tu rostro, dijo al
primer hombre; y si bien no todos tienen hoy necesidad ni obligacion de trabajar para
comer el pan material, todos tenemos el deber de trabajar para saborear el pan de la
inteligencia, para cumplir con nuestros oficios hácia el prógimo, llevando socorro al
necesitado y consuelo al afligido, y con los que debemos á la patria, tomando la parte que
nuestras facultades permitan en las tareas de las corporaciones literarias, científicas ó
económicas, que tienen por objeto su adelanto moral, intelectual y material.
Pero el trabajo en el órden material ó económico será poco fecundo y no hará
progresar á la familia ni al pais, sino va acompañado del ahorro y de la economía, que
debe ser siempre su fiel é inseparable compañera. La prudente economía tan distante de la
sórdida avaricia como de la loca prodigalidad, hija del órden, madre de la templanza,
compañera casi siempre inseparable de la paz del hogar y de las virtudes domésticas, es la
que unida al trabajo abre las puertas á lo que el vulgo llama fortuna, y el hombre religioso
y reflexivo debe llamar bendicion de la Providencia. Rara vez niega esta, aun en el órden
meramente natural, su justo galardon al trabajo unido á la economía. Son estos los dos
polos en que descansan la riqueza y prosperidad de las naciones: un pueblo laborioso y
económico llegará á ser grande, próspero y feliz: un pueblo indolente, holgazan y
dilapidador irá muriendo lentamente, consumido por sus propios vicios.
La ignorancia y aun la envidia atribuyen á la fortuna más parte de la que realmente
tiene en la distribucion de los bienes temporales. Son estos, cuando no heredados sino
ganados, fruto casi siempre de la laboriosidad, de la constancia, del acierto y de la
economía. Aquella lamentable preocupacion es causa entre nosotros de la perniciosa
aficion que fia al azar de la suerte lo que solo debe esperarse del trabajo y del ahorro. Si
una gran parte de nuestros artesanos y sobre todo de sus esposas viesen en su ancianidad
reunidas las cantidades que han malgastado en rifas y loterías, se asombrarian al
contemplar cuál hubiera podido ser. la eficacia del ahorro.
Más para que este no quede estéril, es preciso que venga á fecundarlo un empleo
seguro y lucrativo; y ningun más adecuado para los módicos ahorros del obrero, del
artesano, del sirviente y de todas las modestas clases laboriosas que el que tiene por objeto
redimir al necesitado de la implacable usura, ofrecer recursos y consuelo al menesteroso y
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