Su historia y su obra

marca, provenientes de una región que hasta entonces no había ofrecido competencia
con otras de abolengo vinícola.
De la importancia que cobró la nueva forma comercial da idea el hecho de que en
1961 la extensión ocupada por el viñedo era en Valencia de 129.000 hectáreas,
aproximadamente un 11,17% de la superficie total y en proporción más del 25% del
área cultivada. Se contabilizaron 2.795.000 Qm. por un valor de seiscientos cuarenta y
cinco millones de pesetas, habida cuenta de que hubo zonas afectadas por el pedrisco.
Altibajos diversos diferenciaron los años. El pedrisco y las lluvias fuera de estación
dañaron el fruto y mermaron la cosecha en 1962. La escasez de producción motivó que
los altos precios pagados por la uva redujeran la vinificación y la exportación. El hecho se
repite, con parecidas características, en 1963. La uva de mesa mantuvo precios
aceptables no inferiores al año anterior. En cambio la destinada a la vinificación mereció
cotizaciones mucho más bajas.
Orientada ya la producción al consumo de la uva de mesa y a la vinificación, el
sector no ofrece más variables que las que en el decurso de los años puedan presentar los
accidentes atmosféricos. Ellos son los que definen cada cosecha en una escala de valores
que puede merecer, tanto en cantidad como en calidad, estos proporcionales califica
tivos: deficiente, regular, buena. Deficiente la de 1964 y regular la de 1965. El sector
vitivinícola comienza a sufrir la escasez de mano de obra, como en general toda la
agricultura valenciana, los precios poco remuneradores y la comercialización. Esa es la
tónica para los años 1966 y 1967. Este último fue deficiente a escala nacional.
La zona de Requena sufrió a fines de junio de 1968, con acusada proyección en
profundidad, aunque no en extensión, los males del pedrisco. Abundante producción y
poca graduación por la escasez de sol y la abundancia de agua caracteriza el año 1969.
Con espíritu de superación los cosecheros valencianos hicieron compras de productos
vinícolas gallegos a fin de beneficiar sus caldos, pero la demanda fue escasa. La cosecha
quedó almacenada a la espera de mejores ventajas, pero ya se adivina la suerte de esta
variedad agrícola: año de espera y de renta en suspenso. La Caja, dicho está, hubo de
suplir deficiencias con afluencia de créditos. Era obvio, si se quena mantener este
capítulo económico importante para Valencia.
De escasa se califica la producción de 1970, con un resultado de 1.884.000 Qm. La
graduación de la uva compensó, en cierto modo, la cantidad. Muy apta para el
embotellamiento, los precios equilibraron la merma de otros años, no sin gran
despliegue propagandístico en busca de nuevos mercados. Normal la de 1971,con precios
más sostenidos y atractivos que la campaña anterior. Reducida por las frecuentes lluvias
y granizadas la de 1972, los precios fueron más constantes que en la campaña anterior
para la uva de mesa. El vino, en cambio, obtuvo precios suficientes a veces con alzas
espectaculares.
La tónica nacional de encarecimiento de los costes de producción y mano de obra,
fertilizantes y mecanización de los cultivos, dió como resultado de la excelente cosecha
de 1973 el incremento proporcional del precio del producto. En 5,5% redujo el viñedo la
cosecha de 1974 en la geografía nacional por efecto de las desfavorables condiciones
climáticas. Otro tanto puede decirse de Valencia, con la agravante de la regresión en los
precios. A esto hay que añadir las medidas proteccionistas impuestas por la Comunidad
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