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Su historia y su obra

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3.2.— LA ASCENSION DE LA BURGUESIA Y LA IMPLANTACION DEL<br />

LIBERALISMO (1833-1843)<br />

La etapa decisiva de la revolución burguesa muestra de modo muy claro la fuerza y<br />

la mutua influencia de los dos factores históricos que se han configurado en las anteriores:<br />

la revolución urbana y la guerra campesina. El desarrollo entrelazado de ambos concluye<br />

con una victoria política y militar que significa la imposición del régimen liberal, pero que<br />

no podría explicarse sin tener en cuenta la ascensión social de la burguesía, que se ha ido<br />

afirmando el calor de una lenta recuperación económica ya patente en los últimos años del<br />

reinado de Fernando VII. Es entonces cuando los sectores industriales y comerciales<br />

tratan de rehacerse de la pérdida de los mercados coloniales, comenzando a plantearse la<br />

necesidad de establecer un mercado nacional mediante las necesarias reformas<br />

institucionales, y procurando también una modernización en <strong>su</strong>s medios económicos. En<br />

la industria valenciana se hicieron meritorios esfuerzos para sacar a la manufactura sedera<br />

de <strong>su</strong> crisis mediante una mecanización que llegaba, en todo caso, tarde y por impulsos<br />

foráneos. En 1822 había venido a Valencia Joan Juanini, enviado por una empresa<br />

francesa para introducir nuevas máquinas en la fábrica de hilatura de Vinalesa, que ya en<br />

el siglo anterior había orientado en el mismo sentido José Lapayese, y que había alcanzado<br />

la fase industrial del “water-frame” con tornos Vaucauson movidos por las aguas de la<br />

acequia de Moncada. El mismo Juanini modernizó en los años 30 la fábrica de Dupuy de<br />

Lome en Patraix (llamada también de Batifora por el nombre del maltés que la había<br />

fundado), y posiblemente fue quien introdujo la primera máquina de vapor para torcer la<br />

seda (47). La presencia de la máquina de vapor, junto a la de los “telares Jacquard”,<br />

simbolizan un esfuerzo de mecanización que ya no podía salvar a la sedería valenciana<br />

(como atestigua en lo <strong>su</strong>cesivo el ritmo decreciente de la exportación), pero que pudo<br />

influir en la temporal recuperación que se advierte hacia 1830. Aun sin ofrecer señales de<br />

modernización (salvo el consabido foco alcoyano), el Reino de Valencia ofrecía por esos<br />

mismos años una extensa gama de establecimientos industriales, si nos atenemos a los<br />

datos que consignó Canga Argüelles (48): más de 7.000 <strong>obra</strong>dores de lino y cáñamo (con<br />

cerca de 10.000 operarios); más de 2.000 de lana (con más de 11.000 operarios); 2.168 de<br />

seda (con 4.202 operarios); 622 de algodón (con 963 operarios); 340 de cintería (con 816<br />

operarios); 146 de curtidos (con 378 operarios); 162 de loza ordinaria (con 664 operarios);<br />

132 de jabón (con 199 operarios); y otras cifras menores para las industrias del esparto,<br />

papel, loza fina, vidrio y aguardientes.<br />

Junto a la recuperación económica, el desarrollo de la burguesía tuvo por base, de<br />

modo probablemente decisivo, la misma <strong>obra</strong> desamortizadora de la revolución liberal,<br />

programada en cierta manera en la Cortes de Cádiz, desarrollada en el “trienio”, y llevada<br />

a <strong>su</strong>s últimas consecuencias por la legislación de Mendizábal en 1836-1837. La<br />

desamortización del “trienio” de 1820 a 1823, que es sobre la que tenemos información<br />

más segura (49), es de gran importancia pues inicia un cambio profundo en el orden<br />

económico y político. <strong>Su</strong>s objetivos concretos eran el enjugar la deuda nacional, lograr una<br />

mayor adhesión al régimen constitucional y disminuir el numeroso clero regular. La<br />

expropiación y venta de los “bienes nacionales” fue extensa debido, sobre todo, a las<br />

exclaustraciones de los je<strong>su</strong>itas, las órdenes monacales, los canónigos regulares y otras<br />

comunidades, todos los cuales comprendían más de treinta conventos y monasterios<br />

situados especialmente en la parte central del Reino, con una considerable proporción de<br />

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